Cuenta la leyenda que estando el reino de Frigia sin rey y al borde
de una guerra civil derivada de la lucha de distintos grupos por hacerse
del trono, sus habitantes decidieron consultar el oráculo. Este les
tranquilizó diciendo que el nuevo rey llegaría por la Puerta del Este, y
que sabrían quién era cuando un cuervo se posara sobre él. El elegido
resultó Gordias, un pobre labrador que tenía como “riqueza” solo una
carreta y dos bueyes.
En agradecimiento Gordias ofreció su carreta cargada de oro a Zeus
atándola a la columna de un templo. Pero para asegurar que no cualquiera
se la llevara le hizo un nudo muy intrincado, cuyos cabos se escondían
hacia el interior, haciendo virtualmente imposible desatarlo. Y luego
lanzó la siguiente profecía: “El que lo desate conquistará Asia y el
mundo”.
Durante mucho tiempo muchos intentaron hacerlo, sin suerte. Vinieron
sabios de todas partes con esquemas y teorías complicadas e incluso no
faltó quien lanzara algún conjuro, todos fallidos. Hasta que un día
llegó Alejandro Magno en medio de su campaña de conquista de Persia.
Enterado de la historia hizo un par de intentos convencionales
infructuosos, y viendo que al parecer resultaba cierto el mito agarró su
espada y de un sólido golpe lo cortó. Desde entonces la expresión
“cortar el nudo gordiano” se refiere a resolver un problema cortándolo
de raíz.
Algo similar a esta historia es lo que pasa con el dólar today
y demás marcadores paralelos-ilegales del tipo de cambio. Se han
ensayado miles de conjuros y estrategias tendientes a desatarlo, pero
tal y como marchan las cosas todo parece indicar que lejos de eso se
fortalece anudándose cada vez más. El BCV lo demandó sin mayor éxito, lo
que entre otras cosas resultaba predecible, pues se trataba de una
corte norteamericana. Y lo último que se intentó fue la receta universal
de los expertos convencionales para estos casos: dejar hacer, dejar pasar, esperando que las fuerzas mágicas del mercado obraran el milagro de equilibrar lo que no está concebido para estar equilibrado.
Como comentamos en nuestra editorial del 2 de julio pasado, y luego reafirmamos en la editorial inmediatamente anterior a esta,
el problema con las soluciones convencionales de mercado es que la mal
llamada “irracionalidad” del paralelo, en realidad, es una racionalidad
basada en la especulación más elemental por motivos
político-crematísticos. Es decir, el paralelo no fue concebido para
equilibrar ninguna economía ni como resultado de su desequilibrio
previo. Es justo al revés. El desequilibrio actual de nuestra economía
es resultado en buena medida del paralelo, que fue concebido
precisamente para eso, para desequilibrarla. En manos de unos sujetos
corporativos-políticos que lo manejan como arma de guerra.
De esta manera, tal vez ya sea hora de utilizar la estrategia de
Alejandro Magno, consistente en no intentar desatar lo que no puede ser
desatado y más bien cortar el asunto de raíz. Y en este caso cortar de
raíz el asunto pasa por resolver primero de una vez y para siempre la
situación anómala generada en la frontera colombo-venezolana, que es la
base material sobre la cual se sostiene la especulación “virtual” del
paralelo ilegal.
En la medida en que está visto que Colombia no derogará su famosa
Resolución Nº 8, lo que debe hacer el BCV –dando así cumplimiento a su
deber constitucional establecido en el artículo 318 de la CRBV donde se
establece que su objetivo fundamental es “lograr la estabilidad de
precios y preservar el valor interno y externo de la unidad monetaria–
es derogar el convenio con el Banco de la República de Colombia que
permite la libre convertibilidad del bolívar y el peso colombiano en la
frontera. Y es que como lo señaló de manera clara Luis Gavazut en este mismo portal recientemente, y como han señalado otros analistas como Juan Carlos Valdez,
ni el bolívar ni el peso colombiano son divisas libremente
convertibles, motivo por el cual no hay razón que justifique su libre
convertibilidad directa, tal y como viene operando. Si el caso es
favorecer el comercio binacional está visto que este es un “intercambio” en el cual nuestro país sale totalmente perjudicado,
y ninguna importación que hagamos desde Colombia –las cuales muchas
veces pagamos en dólares y no en pesos– justifica todo lo que en
contraprestación debemos padecer. Por lo demás, si el caso es que los
colombianos quieren venir a comprar a Venezuela, pues que conviertan sus
pesos a dólares y luego estos dólares a bolívares dentro del territorio
venezolano a un tipo de cambio fijado por Venezuela y no por los
paramilitares de Cúcuta, lo que además sería una vía adicional de captar
divisas, que bastante falta nos hacen en este momento.
Resulta bastante obvio que en un primer momento el gobierno
colombiano –y sus voceros de uno y otro lado de la frontera– que es
bastante hábil en materia diplomática, interpretarán esto de entrada
como una descortesía. Sin embargo, no solo es evidente que ellos han
tomado medidas realmente odiosas (como los controles migratorios y el establecimiento de cupos de entrada de venezolanos a su territorio para comprar medicinas),
sino que, finalmente, se trata de una medida de soberanía tomada por un
gobierno en defensa de sus intereses. Y es que ningún Banco Central de
ningún país permitiría que el precio de su moneda se lo fijen
arbitrariamente desde otras latitudes, y menos aún unos bandidos
públicos y notorios. Está claro también que esto no eliminará la
posibilidad de que sigan operando páginas web con otros tipos de cambio,
pero se eliminará la ficción comercial sobre la cual se sostienen, y
además se estaría tomando el primer paso verdaderamente consistente en
la defensa de nuestro signo monetario y la recuperación de una soberanía
monetaria, que es tanto como decir la nacional, paso que habría que
complementar con otras medidas
ya incluso anunciadas por el presidente. Pero es hora de que el BCV
eche una ayudadita en esta tarea que es materia de Estado y no solo del
Ejecutivo que parece batirse solo en esta pelea.