Según el gremio empresarial, y también algunos estudiosos de la
economía, la causa principal de la situación económica que actualmente y
desde 2013 vivimos los venezolanos, es la implementación de un modelo
basado en la intervención del Estado en la economía mediante
regulaciones y controles. El argumento es el siguiente: debido a que el
Estado controla los precios de los bienes, los empresarios, dueños del
capital, se han visto obligados a cerrar sus líneas de producción porque
dichos precios no cubren sus costos, por lo tanto, se ha generado
escasez y colas, lo que también ha derivado en incremento de los
precios.
No nos sorprende esta posición de los empresarios, quienes por
supuesto siempre estarán en contra de que se les regule y controle, pero
sí nos sorprende de algunos estudiosos de la economía. Este artículo
tiene como principal objetivo recordar lo que la teoría económica
neoclásica establece al respecto. Refrescar lo que se lee en todos y
cualquier libro de introducción a la economía o de teoría
microeconómica, pero sobre todo, y para quienes no lo han leído, mostrar
lo que incluso los economistas críticos de la intervención del Estado,
padres del neoliberalismo, plantean al respecto.
Se justifica la intervención del Estado en la economía cuando los
mercados no se comportan de manera perfecta, es decir cuando, por
ejemplo, en lugar de haber muchos oferentes, hay uno o pocos con
capacidad de cartelizarse, los cuales cuentan con lo que se denomina el
poder del monopolio. Este poder se define como la capacidad que tienen
estas empresas para fijar precios mayores a los que se fijarían en un
mercado de “competencia perfecta” caracterizado por la presencia de
muchos oferentes. Este poder se mide restando el precio fijado por el
monopolista del que se obtendría en situaciones de “competencia
perfecta”.
En los casos en que los bienes producidos por estos monopolios sean
esenciales –es decir estén asociados a la vida y a la salud, por
ejemplo, alimentos, medicamentos, productos de higiene, incluso
repuestos para vehículos– su poder será mayor, ya que tienen la
posibilidad de fijar un precio más alto. Las personas estaremos
dispuestas, más bien obligadas, a adquirir estos bienes aunque el precio
sea mayor [1].
Ante estas situaciones, y con la finalidad de que el monopolista no
se apropie, por la vía de los precios, del excedente económico, y con el
objetivo de garantizar el acceso de la población a estos bienes, la
teoría económica neoclásica justifica que el Estado intervenga de
múltiples maneras, una de ellas, regulando los precios, es decir:
estableciendo al monopolista precios máximos de venta. También justifica
que el Estado asuma de manera directa la producción de estos bienes [2].
Es el caso, que los bienes que desde el año 2003 están sujetos a
control de precios en Venezuela, son todos aquellos que cumplen dos
condiciones: son esenciales para la salud y la vida, y su producción y
distribución se encuentran en manos de una o pocas empresas con
capacidad de cartelizarse, ya sea de manera directa o a través de las
asociaciones comerciales o industriales. En otras palabras, el mayor
porcentaje del mercado de estos bienes se concentra en pocas empresas.
Por ejemplo y por mencionar algunos: la harina de maíz precocida es
el alimento que encabeza la lista de los más consumidos por los
venezolanos y cuya producción está concentrada en un 80% entre dos
empresas. De la misma manera la producción de arroz, pastas alimenticias
y aceite, está concentrada en estas empresas. La producción y
distribución de leche está concentrada en no más de 4 empresas. Las
fórmulas lácteas son importadas y distribuidas por 1 empresa. Los
pañales para bebés, las toallas sanitarias, el papel higiénico, son
producidos y distribuidos por 2 empresas. Los medicamentos son
responsabilidad de no más de 10 grandes empresas farmacéuticas.
El padre del neoliberalismo y Premio Nobel de Economía en 1974, Friedrich von Hayek, escribió en su libro Los fundamentos de la libertad:
“…si existe peligro de que un monopolista adquiera poder de coacción,
el método más eficaz para impedirlo consiste, probablemente, en
exigirle que sus precios sean los mismos para todos y prohibirle toda
discriminación entre sus clientes”.
Por su parte, Milton Friedman, Premio Nobel de Economía en 1976,
reconocido por sus posiciones neoliberales y por lo tanto defensor de la
no intervención del Estado en la economía, escribió en su libro Capitalismo y libertad:
“…la elección entre los males del monopolio privado, del monopolio
público o de la regulación pública no puede hacerse de una vez para
siempre independientemente de las circunstancias de los hechos. Si el
monopolio técnico lo es de un servicio o artículo que se considera
esencial, y si su poder monopolístico es considerable, puede ser que
incluso los efectos a corto plazo de un monopolio privado, sin
regulación, fueran intolerables. En este caso la regulación o la propiedad estatal sería lo más conveniente.” (subrayado nuestro).
Así es que, en el marco de una economía de mercado, como sigue siendo
la venezolana, en la que la producción y distribución de los bienes
esenciales sigue estando concentrada en pocas empresas, están más que
justificadas, incluso por los mismos neoliberales, las políticas de
controles de precios.
El desabastecimiento actual en Venezuela no se debe a los controles
de precios, que –de más está decir– iniciaron en 2003, mientras que las
larga colas y la proliferación de mercados ilegales inició en 2013.
Tampoco se debe a que estos precios se encuentran por debajo de los
costos de producción, generando desincentivos a los empresarios. Basta
con analizar los ajustes que desde 2003 se han realizado a los precios y
que superan los niveles de inflación. Solo durante 2016 los precios
máximos de los bienes esenciales fueron ajustados en más del 3.000%, por
ejemplo, el precio máximo de la harina de maíz precocida, la cual pasó
de 19,00 a 699,00 bolívares en menos de un año. Recordamos que 3.000%
representa un incremento muy superior a los niveles de inflación desde
2013 hasta 2016.
El hecho de que los bienes esenciales, producidos por pocos pero
grandes empresarios nacionales y transnacionales, no se encuentren de
manera regular y oportuna en los anaqueles parece responder, utilizando
el término de Von Hayek, a la coacción que estos monopolistas ejercen
sobre los consumidores. Coacción que en este caso, y a pesar de las
regulaciones, está asociada a la desestabilización social, que busca
generar malestar en la población dificultándole el acceso a estos
bienes, obligándola a hacer largas colas o a pagar precios elevados en
mercados ilegales para de esta manera incidir sobre sus preferencias
políticas. Coacción que ha estado acompañada de un discurso en el que se
culpa al modelo implementado desde 1999 y a los controles de precios. [3]
Adicionalmente, estas teorías económicas que hemos mencionado y que
tratan de explicar el comportamiento de los mercados, suponen que todos
los bienes que se producen se distribuyen. Sin embargo, hemos observado
en Venezuela que los monopolios no solo tienen el poder de ejercer
coacción y apropiarse del excedente económico mediante la fijación de
precios elevados, sino además de alterar los mecanismos de distribución
mediante prácticas de acaparamiento programado y selectivo.
Tales prácticas de coacción, que dificultan el acceso de todo un
pueblo a los alimentos y medicamentos, son –como lo planteó Milton
Friedman– intolerables. En estos casos, y según lo planteado por este
Premio Nobel de la economía neoliberal, “la propiedad estatal sería lo
más conveniente”.
Los ajustes de los precios de los bienes controlados en Venezuela, es
decir, el aumento de estos precios, tal como hemos observado desde el
año 2013, no han garantizado su abastecimiento regular oportuno y
suficiente, incluso con incrementos muy superiores a los niveles de
inflación. La razón es que lo que ha motivado la coacción, por parte de
estas grandes corporaciones nacionales y transnacionales, no es
económica, no es solo para apropiarse del excedente económico o porque
los precios no cubren los costos de producción, la razón es política.
Durante estos 4 años no hemos sabido que ninguna de las empresas
responsables de abastecer de estos bienes que han estado escaseando se
haya declarado en quiebra.
Por el contrario, los incrementos de los precios permiten a estas
empresas disminuir sus niveles de producción y obtener iguales o mayores
beneficios por la vía del ajuste de 3.000% de sus precios máximos de
venta. En este caso, la coacción no solo estaría dada por la alteración
de la distribución sino por la disminución de las cantidades producidas,
obteniendo incluso mayores beneficios. En otras palabras, el aumento de
los precios por encima de los niveles de inflación, equivale a un
mecanismo de financiamiento de tal coacción, que al final pagamos todos
los consumidores.
Dado que la regulación de precios, incluidos sus ajustes, no ha
permitido garantizar el abastecimiento de estos bienes esenciales por
parte de estos monopolios privados, y dado que esta situación es cada
vez más intolerable, se hace necesario y es lo más conveniente la
propiedad estatal de estos monopolios.
Si esta es la recomendación de Friedrich von Hayek y de Milton
Friedman, padres del neoliberalismo, con más razón y sin lugar a dudas,
debe ser la respuesta para quienes apostamos por un modelo económico,
social y político de justicia social y de igualdad, cuyo centro sea el
ser humano y no el mercado.
[1] El poder del monopolio tiene un máximo que corresponde al precio
más alto que los demandantes están dispuestos a pagar, dado un nivel de
cantidades. Es decir, en términos económicos el precio que el
monopolista observa en la función de demanda. El poder del monopolio es
mayor en la medida que se trata de bienes inelásticos con respecto al
precio. Son los bienes difíciles de sustituir y esenciales para la vida.
[2] Para ampliar lo que la teoría económica plantea al respecto, el
lector puede consultar cualquier libro de teoría económica, incluso de
introducción a la economía. Si quiere mayor detalle puede consultar
cualquier libro de teoría microeconómica, sea o no avanzada.
Específicamente los capítulos relacionados con competencia imperfecta o
fallas de mercado.
[3] Para mayor detalle se puede consultar Curcio, Pasqualina. La mano visible del mercado. Guerra económica en Venezuela. Editorial Nosotros Mismos, 2016. Caracas.