De generación en generación hemos
leído y escuchado que los venezolanos vivimos, todos, absolutamente
todos, de la renta petrolera y por lo tanto, que no trabajamos, que
somos unos flojos. Esta leyenda forma parte de la narrativa venezolana,
latinoamericana e incluso universal. Concluyen estas historias con
frases como la siguiente: “por eso es que el venezolano nunca saldrá de
la pobreza, mucho menos del subdesarrollo, no está acostumbrado a
trabajar”.
Se trata de un cuento más, y como
muchos de los cuentos latinoamericanos, este está repleto de realismo
mágico. Aquí contaremos otra versión, pero además la narraremos hasta el
final. Mostraremos aquellos relatos capitales que algunos interesados
nunca han querido contar.
1.- Relatan los teóricos que para que
una economía crezca hay que producir, y para producir es necesario
trabajar. Siendo los venezolanos unos perezosos, es de esperar que la
producción en nuestro país sea casi nula y cada vez menor.
Desde 1922, más o menos desde que
comenzó la explotación petrolera, la economía venezolana ha crecido
10.620%. Crecimiento que ha sido producto del trabajo de mujeres y de
hombres que con historia libertaria siempre hemos tenido como bandera
comenzar las jornadas de trabajo y estudio bien temprano.
Hay quienes recrean la versión diciendo
que ese aumento es solo petrolero, que no corresponde al trabajo de la
mayoría de los venezolanos. Si bien es cierto que antes de 1970, en la
época de las Casas Muertas,
de Olegario, de Rupert y de la niña Carmen Rosa, la producción
petrolera fue en promedio el 42% de la producción total, eso cambió
después de los 70´. Los últimos 50 años la producción petrolera apenas
supera el 15%.
2.- Pero, además, desde 1970 la
producción nacional aumentó 173%, de esta la no petrolera incrementó
287%, en cambio la petrolera disminuyó 30%.
3.- Algunos cuentacuentos dicen que la mayor caída de la producción
petrolera se registró después de 1999. Tampoco es verdad, fue en las
décadas de los 70 y 80 cuando la producción petrolera disminuyó 47%
ininterrumpidamente. Intencional o no, fue la excusa para la llamada
“apertura petrolera”.
Después de 1999, ciertamente se
registró una caída de la producción de crudo, pero esta fue del 16%. Al
respecto, a algunos se les olvida contar que desde el año 2001 hubo un
acuerdo entre los países miembros de la OPEP, el cual fue promovido por
la República Bolivariana de Venezuela, y consistió, entre otros
aspectos, en el respeto de las cuotas máximas de producción para
garantizar mayores niveles de precios del hidrocarburo en los mercados
internacionales. [1]
4.- Como anécdota curiosa, les contamos que la economía de Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU.) creció desde 1970 hasta 2015, 247%, [2] cantidad que es menor al compararla con el aumento de 287% de la producción no petrolera en Venezuela durante el mismo período.
Desde 1999 hasta 2015, la economía de EE.UU. aumentó 36%, [3] es
decir, desde 1999 la República Bolivariana de Venezuela ha registrado
un crecimiento 1,2 veces mayor que EEUU. Este período incluye, para el
caso de Venezuela, el constante asedio a la economía el cual inició en
1999 y se intensificó a partir de 2013, caracterizado por un embargo
comercial encubierto, sabotaje a los canales de distribución de bienes
esenciales, bloqueo financiero internacional e inflación inducida.
Al parecer, y según esta versión ilustrada de la historia, los venezolanos hemos estado trabajando más que los estadounidenses.
5.- Quienes repiten y repiten que los venezolanos no producimos
y por lo tanto que no trabajamos buscan esconder la historia realmente
importante. La que narra por qué a pesar de tan arduo e incesante
trabajo por parte de la mayoría de los venezolanos, por qué a pesar de
tener la mayor reserva mundial de petróleo, y a pesar de haber avanzado
los últimos 18 años en un modelo económico, social y político menos
desigual que ha saldado parte de una gran deuda social, aún vemos
hogares sumidos en la pobreza.
La historia verdaderamente
importante, la que algunos, no por distracción han traspapelado, es la
que muestra que lo que ha estado ocurriendo no es que los venezolanos
seamos flojos, sino que algunos pocos se han estado apropiando
históricamente, no solo del producto del trabajo de la mayoría de los
venezolanos, sino además de los ingresos provenientes de la exportación
de petróleo.
Esta historia la narraremos y la ilustraremos en dos partes. Y lo haremos en dos partes porque, a diferencia de algunos países, en
Venezuela son dos los mecanismos de apropiación de la riqueza por parte
de algunos pocos: 1) la apropiación del valor que se genera en el
proceso productivo en el que participamos, con nuestro trabajo, todos los venezolanos. Es la vieja historia de El Capital, la que muchos conocen pero que algunos, intencionalmente no muestran, es la clásica lucha entre las clases; 2) la apropiación de los ingresos provenientes de la exportación de petróleo, de la renta petrolera.
Esta renta no es el resultado del proceso social del trabajo sino de la
venta del hidrocarburo en los mercados internacionales.
I: Apropiación de la producción. Lucha de clases
Hace muchos años, dos jóvenes, Carlos
y Federico, escribieron un cuento protagonizado por dos grupos de
personajes: el más numeroso vendía su fuerza de trabajo a cambio de un
salario. El otro, muy pequeño, vivía de las ganancias que generaba el
capital del cual era propietario. El primer grupo era la clase de los
completamente desposeídos, lo apodaron, proletariado; el segundo grupo
era la clase de los dueños de los grandes capitales, lo apodaron,
burguesía [4].
Manifestaron en su cuento, historia que por cierto recorrió toda Europa
cual fantasma, que lo que ambos producían se lo repartían, no
necesariamente en partes iguales.
En Venezuela el cuento no ha sido muy
distinto. Con los mismos personajes, la repartición de la producción
nacional ha sido desigual. Desde los años 70, década tras década, los
dueños del capital se han apropiado, cada vez más, de la producción
nacional. En los 90 se apropiaron del 61% de lo producido. Esta
tendencia se revirtió a partir de 1999. Para el año 2015, por ejemplo,
los dueños del capital se apropiaron del 46% de la producción.[5]
6.- Hay quienes pensarán que es una
repartición justa, casi es mitad y mitad, dirán algunos. Acontece que
para el año 2015 el 54% de la producción nacional que le fue distribuida
a la clase obrera debió ser, a su vez, repartida entre 12.759.085
asalariados [6]. Mientras que el 29% que ha sido apropiado por los dueños del capital privado debió ser repartido a 432.090 propietarios. [7]
La burguesía, que representa el 3,3% de la población ocupada [8] se
apropia del 29% de la producción, mientras que al proletariado, que
representa el 96,7% de la población ocupada, le corresponde el 54% de la
producción nacional. La diferencia,
la cual asciende a 17% de la producción total, corresponde al excedente
neto de capital del sector público, el cual no es apropiado (en
principio) por los propietarios del sector privado. Se trata de los
excedentes correspondientes a las empresas públicas, principalmente
Petróleos de Venezuela.
7.- Entre los dueños del capital hay desigualdades, como también las hay entre los asalariados. El 18% del total de las empresas industriales concentra el 60% de la producción [9].
En Venezuela hay una alta concentración del capital, la presencia de
grandes monopolios y oligopolios de capital nacional y sobre todo
transnacional, es uno de los principales problemas de la economía
venezolana, no solo por el hecho de que se apropian de la producción
nacional, sino además porque nos hace vulnerables y extremadamente
dependientes de las grandes corporaciones. Atenta contra nuestra
independencia económica y por lo tanto nuestra soberanía.
8.- Entre los asalariados también hay diferencias. Hay quienes
perciben un mayor salario, y otros que apenas reciben el pago mínimo.
Durante las décadas de los 80 y 90 esta desigualdad salarial aumentó
18%. Esto significa que los salarios totales generados en la economía
estaban concentrados en los hogares con mayores recursos, mientras que
los hogares pobres percibían una parte relativamente pequeña de las
remuneraciones.
Los números muestran que en 1997 el
40% de los hogares más pobres percibía solo el 12,3% de las
remuneraciones totales de la economía. Por su parte, el 40% de los
hogares más ricos, percibía el 74,5% de las remuneraciones. Después de
1999 la desigualdad entre asalariados disminuyó 19%: en 2015 los
porcentajes pasaron a ser 16,8% y 67,1% respectivamente. [10]
Es lo que mide el tan nombrado señor Gini.[11]
Relata la CEPAL en su último informe
que Venezuela es, actualmente, el país menos desigual de la región en lo
que a ingreso salarial se refiere, y además reconoce que hemos avanzado
en la disminución de la desigualdad factorial, es decir, en la
distribución entre burgueses y proletarios. [12]
9.- Uno de los grandes mitos del
capital es el que relata que “para salir de la pobreza hay que
trabajar”. Se sustenta en la “teoría del goteo”, también conocida como
la “teoría de la copa”. Cuenta esta historia que cuando las economías
crecen, la nueva riqueza que se genera se distribuye entre todos porque
al desbordarse la copa le “gotea” incluso a los pobres, lo que garantiza
la disminución de la pobreza.
No es verdad. Se puede trabajar mucho
y lograr que la economía crezca, pero eso no necesariamente implicará
una disminución de la pobreza cuando el producto de dicho trabajo se
reparte de manera desigual. Incluso puede aumentar la pobreza si la
repartición es más desigual aún.
Los venezolanos ya conocemos la
historia, pasamos por eso en los 80 y los 90. Así que como dicen por
estos lados: “a otros con ese cuento”.
Desde 1980 hasta 1998, todos los
venezolanos trabajamos mucho, la economía venezolana creció 52%.
Acontece que también fueron los años de mayor pobreza: la miseria
aumentó 132%. En 1996 alcanzó los niveles más altos, llegó al 35% y la
pobreza general superó el 60%. Por cierto, solo entre 1995 y 1997 la
económica creció 7%.
Fueron los años en los que el Fondo
Monetario Internacional (FMI), con el cuento de estabilizar la
macroeconomía, equilibrar las cuentas fiscales, la balanza de pagos y
pare de contar, impuso un paquete de medidas económicas al pueblo
venezolano. Fueron los años en los que quienes gobernaban pedían al
pueblo, a la clase trabajadora, “ajustarse el cinturón”, asumir el
sacrificio para “sanear” la economía. De esa manera congelaron los
salarios y liberaron los precios, a eso le sumaron la privatización y
altos precios de los servicios básicos ofrecidos por el Estado:
electricidad, transporte, gas y agua, como también salud y educación.
Fueron los años en los que el capital se apropió del 61% de la
producción, también fueron los años en los que aumentó 18% la
desigualdad en el ingreso salarial.
Después de 1999 se revirtió el modelo
económico, social y político. La economía creció 43%, trabajamos muy
duro también, pero a diferencia de las décadas previas, a partir de 1999
la pobreza comenzó a disminuir, bajó 56%.
Salir de la pobreza no depende solo de cuánto se trabaja, sino de quiénes se apropian del producto ese trabajo.
Hay mucho, pero mucho margen todavía en la economía venezolana para
recuperar el salario real. Esta historia no es del agrado de la
burguesía, las recuperaciones de los salarios reales son a costas de la
disminución de los márgenes de ganancia de los dueños del capital.
10.- En los sistemas capitalistas, dada una desigualdad originaria
de la propiedad de los medios de producción, es el precio el principal
mecanismo mediante el cual los dueños del capital se apropian del valor
que se agrega en el proceso social del trabajo (esto también lo contaron Carlos y Federico en su momento).
La burguesía, mientras más alto pueda fijar los precios, lo cual puede
hacer sobre todo por el poder que les da la cada vez mayor concentración
del capital y su condición de monopolios (cuento que echó Lenin cuando habló de la fase superior del capitalismo) se apropia del salario nominal que percibe la clase obrera.
En
ese caso, el poder adquisitivo, que no es más que el salario nominal
con respecto a los precios, se deteriora a costa del aumento de las
ganancias de la burguesía.
En términos muy coloquiales: el
salario que me paga mi patrono, siempre se lo devuelvo cuando compro los
bienes que yo mismo produje pero que él coloca cada vez más caros en el
mercado. A veces hasta me endeudo para pagar lo que con mi fuerza de
trabajo produje.
En Venezuela el salario real mostró
una caída en picada desde 1978 hasta 2002. A partir de 2003, año en que
el Estado comienza a controlar los precios de los bienes esenciales
producidos e importados por los monopolios, y en que se comienza a
proteger el salario y ajustarlo en función de los aumentos de precios,
se revirtió el estrepitoso desplome.
11.- No obstante, lo más efectivo
para revertir la distribución desigual de la producción entre el trabajo
y el capital es la disminución de las desigualdades desde su origen, es
decir, del modo de propiedad de los medios de producción. No estamos
diciendo nada distinto a lo que otros, que abogan por un mundo de
justicia social, hayan contado antes.
Transitar hacia un modelo socialista
venezolano del siglo XXI requiere necesariamente no solo prohibir la
dictadura de los monopolios privados y por lo tanto eliminar el poder
que les concede su condición para fijar precios, o controlarles dichos
precios, o ajustar los salarios cada vez que estos decidan desacatar los
controles (tal como ha venido ocurriendo desde 2013 en el marco de una
guerra económica). Disminuir estas desigualdades pasa necesariamente por
avanzar en la democratización de la propiedad de los medios de
producción mediante el reconocimiento, el apoyo y el fortalecimiento de
la propiedad social, la comunal y estadal.
Desde 1999 los integrantes de
cooperativas en Venezuela aumentaron 768%: los empleados y obreros del
sector público 93%; los empleados y obreros del sector privado 34%;
mientras que los patronos y empleadores disminuyeron 3%.También falta
avanzar mucho en este aspecto: la producción de las cooperativas y otros
modos de propiedad social solo representa el 7% de la producción total.
Hay un largo camino todavía por recorrer.
12.- La esperanza que ofrece la
Asamblea Nacional Constituyente de seguir avanzando hacia un modelo
económico, social y político más igualitario, que garantice que la clase
obrera, que somos el 97% de la población ocupada, podamos disfrutar de
manera justa del producto de nuestro trabajo y esfuerzo; un modelo en el
que se reviertan las proporciones de repartición entre el trabajo y el
capital, y que para ello se reconozcan constitucionalmente los modos de
producción social, comunal y estadal, además del privado, son las
razones por las cuales los “líderes” políticos locales de la oposición,
atendiendo a los intereses de la burguesía, nacional y transnacional, se
“han resistido” a la convocatoria al gran diálogo nacional.
Quienes se han negado a participar en
la Constituyente son los propietarios del capital, los grandes
burgueses. También son, aunque luzca ficción, algunos asalariados que
posiblemente confundidos por los cuentos hegemónicos se creen burgueses.
En la tercera y última entrega
narraremos cómo la burguesía se ha apropiado, históricamente, de lo que
ha ingresado por exportación de petróleo, y a cuánto ha ascendido tal
apropiación de la renta petrolera en Venezuela. Mostraremos quiénes sí
han vivido del petróleo desde hace décadas.
Notas y referencias
[1] Rodríguez A. (2002). “La reforma petrolera de 2001”. Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales. 2/2002. 189-200.
[2] Banco Mundial.
[3] Banco Mundial.
[4] Marx Carlos y Engels Federico. El Manifiesto del Partido Comunista. 1812
[5] El
excedente neto del capital incluye el correspondiente a la actividad del
sector público. Para el año 2015, el excedente neto del capital fue
46%, de este, el 29% correspondió al sector privado y el 17% al público.
[6] Instituto Nacional de Estadísticas.
[7] Instituto Nacional de Estadísticas.
[8] La
población ocupada está conformada por: 432.090 propietarios; 9.228.331
empleados y obreros del sector privado; 2.689.559 empleados y obreros
del sector público; 841.195 miembros de cooperativas.
[9] http://www.ine.gov.ve/documentos/Economia/Industria/pdf/EGEI_20102011.pdf
[10] Instituto Nacional de Estadísticas.
[11] Hay que
precisar que el Coeficiente de Gini mide la desigualad entre
asalariados. Esto es muy importante tenerlo presente porque no mide la
desigualdad entre la burguesía y el proletariado. Uno de los indicadores
que mide la desigualdad en la distribución entre los dueños del capital
y del trabajo es la distribución factorial del ingreso, el cual
mostramos más arriba.
[12] CEPAL. Panorama Social de América Latina 2016.
http://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/41598/1/S1700178_es.pdf
http://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/41598/1/S1700178_es.pdf