Resulta valioso el hecho de que a través de la Fiesta de San Juan, por ejemplo, podamos distinguir y comprender la trascendencia que tiene el tambor africano en nuestra rica y sincrética cultura venezolana. Símbolo primordial del ritmo, el tambor representa el vehículo que logra traspasar los siglos para trasmitir, con cada repique, la savia de la tradición, de la palabra y de la magia africana. Al oír el sonido ancestral del tambor comprendemos que, en el fondo de nuestra sangre, persiste todavía el dolor del esclavismo. Dolor, en todo caso, que aquellos hombres y mujeres supieron brillantemente trocar en dos direcciones: una, rescatar, mantener, cultivar y celebrar su propia cultura ancestral; otra, resistir con aplomo la opresión infame a la que fueron sometidos en América.
Llegado a territorio venezolano desde Guinea, el Congo, Mozambique y Angola, el africano no sólo intentaría con éxito levantar su tríada cultural apuntada por la danza, el ritmo y la religión; trasladaría también con ella su eje sostenedor, su sostén primordial: el tambor. En minas, perlerías, haciendas, ingeniosamente adaptaría las nuevas condiciones del medio físico para concebir este instrumento, usando nuevas maderas, palmas, cueros y bejucos.
Sobre uno de los rasgos más potentes de esta adaptaciónluminosa, Jesús “Chucho” García alude losiguiente: “La religiosidad de procedencia africana fue, sin lugar a dudas, uno de los aspectos más destacados dentro de los aportes africanos a nuestra americanidad (…) y, al mismo tiempo, se constituyó en un instrumento para la reconstrucción espiritual que los africanos y sus descendientes no consiguieron en la religiosidad oficial dominante e impuesta a fuerza de látigos”. Pero la importancia de este instrumento a la luz de esta urdimbre, reflejaría así la resistencia enérgica que el africano entablaría durante siglos; al respecto, Rafael Strauss apunta que los tambores eran “el telégrafo de la selva africana”, ya que a través de su misterioso sonido, las tribus del continente negro “convocan las reuniones, se transmiten acontecimientos, se avisan de los peligros”. De manera tal que el golpe de este instrumento, no sólo animaba toda su cosmovisión cultural y existencial, sino que también servía como escudo y arma de resistencia. Amor, magia, baile, fiesta, esperanza, vida: he aquí el universo del tambor africano.
Los tambores en Venezuela
La geografía rítmica y cultural del tambor ha sembrado profundamente sus raíces en Venezuela. Allí donde fueron trasladados como mano de obra, los africanos esclavizados cultivarían, con determinadas características, aquel instrumento medular: Aragua, Miranda, Yaracuy, Sucre, Falcón, Zulia, y lacosta del Litoral Central.
La geografía rítmica y cultural del tambor ha sembrado profundamente sus raíces en Venezuela. Allí donde fueron trasladados como mano de obra, los africanos esclavizados cultivarían, con determinadas características, aquel instrumento medular: Aragua, Miranda, Yaracuy, Sucre, Falcón, Zulia, y lacosta del Litoral Central.
Tres tambores resaltan en este sentido en nuestro país, siendo los más visibles en todas las manifestaciones celebrativas de la africanidad: el chimb’anguele, el culo e’puya y el cumaco. Del primero, cabe decir que despunta por su simbología espiritual y por dificultad de su ejecución; proviene de Angola, del mítico reino de Imbangala. Néstor Gutiérrez apunta algo interesante: “es el más primitivo de los tambores que hay en Venezuela. Para hacerlo debes pertenecer a una cofradía de chimbanguele, en la que sólo entran aquellos que son admitidos por los cofrades”.
Por su parte, el culoe’puya, proviene del Congo; en Venezuela tiene tres versiones que se alimentan, principalmente, de la etnia africana Bambamba, región de Lekuomo: el prima, el cruza’o y el puja’o. Estos tres se pueden encontrar en Curiepe, Edo. Miranda. El cumacoes el otro que encabeza la lista; según el ilustre cronista Lisandro Alvarado, su nombre proviene del vocablo caribe ndungu, que quiere decir “esclavo”; este tambor se encuentre normalmente en las poblaciones del Edo. Aragua (Cata, Chuao,Turiamo y Cuyagua), en Litoral Central (Chuspa, La Sabana y Caruao), en el Estado Lara (El Tocuyo), y en algunas villas del Estado Yaracuy.
Los africanos reducidos por la fuerza al esclavismo impondrían su modo particular de celebrar santos defiestas religiosas católicas, tomando así la asunción de una religiosidad ajena a la suya como lo fue la cristiana, en tanto le permitiese la supervivencia de su propia cultura. De tal manera que hoy podemos contar gran variedad de fiestas y toques de tambor propios de cada región, siendo los más destacados: las fiestas de San Juan, San Pedro, San Benito, San Antonio (Tamunangue), los Diablos Danzantes, los tambores de la Vela de Coro (el tambor veleño), y los tambores de Farriar (estado Yaracuy).
San Juan, San Pedro y San Benito: tres fiestas unidas por el repique del tambor
La fiesta de San Juan, que se inicia cada 23 y 24 de junio, la encontramos en diversas regiones: Ocumare de la Costa, Cata, Cuyagua, Choroní y Chuao, Barlovento, Tuy y Guatire, Borburata,Patanemo, Puerto Cabello, Agua Negra Farriar, Palmarejo y toda la costa del Litoral Central. Y es que desdeChuspita hasta Puerto La Cruz, la celebración de San Juan se manifiesta, en términos de Adrián Camacho “en sus más diversas formas, mina, curbata, redondos, cumacos y tamboritas sirven para celebrar en forma ritual la festividad del santo”. En ella se disfruta de una noche de tambores en la que se conmemora el velorio del santo: bebidas, bailes y ritos sesuceden acompasados. La misma culminacon una misa florida al día siguiente, dondeen hombros se baila al patrono y los pañuelos no dejan de agitarse alegremente: “Sin San Juan lo tiene, San Juan te lo da”, entona el principal estribillo de esta celebración.
Por su parte, todos los 28 de junio se festeja al patrono San Pedro en las poblaciones mirandinas de Guatire y Guarenas; en ella resalta la particular indumentaria que llevaban para entonces en la Venezuela colonial los africanos esclavizados, ropa que heredaban de sus amos directos. Luego de celebrar una misa en la parroquia de estas localidades y de trasladar en hombros por las calles la figura de San Pedro Apóstol, los sampedreños–de levita y sombrero de copa representan escenas sarcásticas y llenas de humor, donde los niños, damas y caballeros de todas las edades aplauden y danzan sin cesar al ritmo del tambor.
Al hablar de la fiesta de San Benito debemos trasladarnos al occidente del país. Escenificada cada 29 de diciembre, se extiende por toda la costa sur del lago de Maracaibo (Bobures, Gibraltar, Palmarito, El Batey, Santa María, Santa Apolonia) y en los estados Trujillo y Mérida. Es quizás uno de los rituales más representativos de la confluencia religiosa venezolana. El centro de la festividad es el homenaje a San Benito, Patrón de Palermo fallecido en el siglo XVI, conocido también como “el Moro”, de quien se dice era hijo de negros libertos.
Aparentemente, el origen del culto se ubica en Bobures y desde donde se extendió por la Cuenca del lago de Maracaibo y los Andes. Por las características temporales de la celebración, San Benito pareciera cumplir un ciclo cósmico, pues se inicia con la llegada de las lluvias, en el primer sábado de octubre y culmina con la fiesta el primero de enero, desvaneciéndose en pagos de promesas hasta la Semana Santa.
De esta forma la geografía del tambor se nos presenta con toda su riqueza ancestral. Allí donde oigamos su golpeteo fulgurante y nos invite al baile descarnado, no sólo sentimos en carne viva el ritmo africano y toda su carga mítica; también observamos, mágicamente, cómo su ritmo crudo y llamativo ha logrado moldear la riqueza de nuestra herencia cultural como pueblo. Fiesta y comunión, erotismo y celebración, rito y dramatismo, fe y ritmo: he aquí la sabia africana que explota en el tambor, su genuino portavoz.