miércoles, 28 de octubre de 2015

Aproximación a Simón Rodríguez

La historia de América Latina, la que se hacía en su tiempo, y la que se escribió en ese tiempo, una y otra, lo dejaron de lado entonces. De ese exilio olvidado de intención o desacierto en las perspectivas, traemos a este Simón Rodríguez al que la historia sólo se consiente en legitimarle una representación condicionada: preceptor de Simón Bolívar cuando niño éste en Caracas, cuando mozo en Europa.

Rufino Blanco Fombona (en Mocedades de Bolívar, 1942) nos escribe: “hombre extravagante. En realidad lo era. Jamás hubo naturaleza más franca, impulsiva, desnuda. No carecía de ley moral, sino que su ley moral se parecía poco a la común; un original, no un pillo; un hiperbólico, un sarcástico, un rebelde. Siempre que escribió dijo algo nuevo y por modo original pensaba”.

Su discípulo en 1824, Simón Bolívar escribía: “es un maestro que enseña divirtiendo”. Simón Rodríguez en carta a Bolívar se refería a él de tú a tú: “me gusta tener la culpa para evitarme el trabajo de justificarme”.

Conspirador, perseguido, abandona en Caracas los nombres de Simón Narciso y el apellido Rodríguez, apellido materno, ya anteriormente había abandonado al paterno Carreño. Desde Jamaica toma el de Samuel Robinson, que le serán de uso en los 27 años de expatriación, 24 de ellos recorriendo Europa, para hacerse saber por Simón Rodríguez al retornar al continente. A España no se acercaba en sus variadas y distendidas peregrinaciones europeas. En carta a Bolívar, desde Guayaquil en 1824 escribe: “Si me cogen los realistas harán fiesta con mis papeles”.

¿Cuáles son los motivos con que regresa en 1823 este hijo pródigo de la independencia?
Su estadía europea es un viaje constante como respuesta a la necesidad de asociarse al mapa geográfico y al mapa ideológico de sociedades en remoción, agotando apresuradamente en ellas la experiencia del observador interesado.

Los sentidos y ejercicios polémicos de la época le ayudan al que regresa a fundar una actitud de independencia anticolonial: condenar la actualidad insuficiente de Europa, su agotamiento, sus revoluciones a medias, sus deudas morales. Se avanza allá en técnicas para la producción de cosas “mientras la suerte de un jornalero (lo escribe en 1840) difiere muy poco de la de un esclavo. Sus habitantes saben más que antes, pero no obran mejor”.

Retorna a América del Sur como tierra de perspectiva, de creación en acuerdo con las anunciaciones de la época, es decir, de hogar utópico. Aquí la revolución de la independencia es cuenta abierta. En carta a Bolívar en 1825 escribe: “el asunto de la independencia falta mucho por darlo por terminado”. Y aun en 1830 le seguiría escribiendo a Bolívar: “la guerra de la independencia no ha tocado a su fin. Ésta pide dos revoluciones: la pública y la económica. Una revolución política pide una revolución económica”. “Si los americanos quieren los beneficios de una revolución política, deben hacer la revolución económica desde los campos, de allí han de pasar a los pocos talleres de artes que tienen, y así notarán mejoras; que nunca conseguirían de empezar por las ciudades…”. 

“Yo dejé Europa para venir a encontrarme con Bolívar, para que hiciera valer mis ideas a favor de la causa. Para emprender una educación popular, para dar ser a la República imaginaria que rueda en los libros y en los Congresos”.

Considerémoslo escritor de un solo tema y sus concurrentes emplazamientos, de libro único y variadas llamadas. No gastó en tintas más de lo que figuraba necesario a su vitalidad. De acuerdo con la fecha probable de sus textos podríamos inferir que se aplicaba a letras cuando no tiene a su alcance posibilidad de actuar. Cuando su vida no le es acción, le es prosa…en ningún momento lenguaje de hombre triste, sin pizca de resentimiento…No funciona como su paisano Andrés Bello (conservador ilustrado que ha situado sus servicios intelectuales como misiones institucionalizadoras).

Su imaginación, que es versión fiel de sus aptitudes de experimentador, le fabrica esos textos anti-textos, esa escritura anti-escritura, esas maneras de desarropar la prosa con la misma disposición con que se desnudaba para enseñar anatomía. Revolucionario del discurso colonial, neoclásico libertador del idioma en relación con las servidumbres decorativas de la retórica importada. Nada de escritor, según los presupuestos exquisitos del oficio. Invencionador advierte que: “la fuerza material está en la masa y la fuerza moral en el movimiento”. “Pueden que las patrias criollas queden a mitad de camino como en tierra de nadie que sea en verdad, tierra de muy pocos viejos conocidos: los amos coloniales en poder de la antigua riqueza, acaso crecida, reapareciendo en el poder político a través de aventureros republicanos; vale decir, repúblicas incompletas, coloniales, con castas ociosas en un extremo y en el otro extremo el populacho sin destino”. “Lo que se opone es la resistencia que hacen los protectores de las costumbres viejas”.

Los conocimientos darán sentido a la vida personal y la habilitarán para compartir, en planos de justicia y decoro, la vida social del universo latinoamericano, que es plural en términos raciales y debe concertar la unidad en objetivos sociales. “La necesidad determina la especie de la acción y las circunstancias declaran las necesidades”. “Escuelas talleres, escuelas fábricas, escuelas granjas. Los varones deberán aprender los tres principales oficios: albañilería, carpintería y herrería, porque con tierra, madera y metales se hacen las cosas más importantes. Escuelas –empresas para orientar a las nuevas repúblicas. La vida bien vivida desde la escuela se constituiría en servicio solidario. Las aptitudes trabajadas desde la escuela fundarán civilización social”.

En 1830 escribe: “En el sistema antieconómico, el productor es víctima del consumidor, y ambos lo vienen a ser del capitalista especulador…”. Para Simón Rodríguez la utopía criolla hará sus propios caminos, diseñando sus propias metas. La tentatoria utópica se quiere iniciadora, inaugural, diferente por opuesta al mundo conocido y por rechazo a entumecidas tradiciones.

Su proyecto, su utopía no es inmigrante. El hombre americano poblará su paisaje con su propia experiencia. Su utopía y su proyecto brotarán desde sus conflictos y necesidades, hacia tiempos futuros que serán su obra original. “No sea que por la manía de imitar a las Naciones cultas venga la América a hacer el papel de vieja en su infancia”. Una utopía que sea su propia obra. “¿Dónde iremos a buscar modelos? La América española es original. Originales han de ser sus Instituciones y su Gobierno. Y originales los medios de fundar unas y otras. O inventamos  o erramos”.

El juvenil Simón Rodríguez en 1794 ya había tomado dirección diferente, extendiendo la enseñanza hacia los niños pardos. La suya no sería pedagogía de rescate individual, sino de fundación colectiva. La naturaleza no será estación de regreso o reposiciones. Lo será de iniciación; desde ella y no hacia ella. El plan de Rodríguez era identificar al individuo con la sociedad a hacer por el conjunto de individuos. No de replegamiento era su plan, sino de abierta expansión, incorporando como gestores del cambio constante a los jóvenes de todos los niveles raciales y sociales de la región.

En “Luces y Virtudes Sociales” dice: “Este libro no es para orientar con los sabios, sino para instruir a la parte del pueblo que quiere aprender”. En su Plan de Universidad para el Gobierno de Prusia nos dice: “la posibilidad de que el genio, el talento y las virtudes surjan más de una choza que de un palacio”. 

Simón Rodríguez se encargó de inventar la creación del mundo criollo en espacio y tiempo de utopía. La historia lo negaría. Puede que sea labor actual hacerlo historia.

En 1851, anciano tres años antes de morir se confirmaba: “Nada es constante en el mundo, sino la variación”.

Resumen (nuestro) de Aproximaciones a Simón Rodríguez (28-10-1771/ 25-02-1854) por Dardo Cúneo. Extraído del Cuaderno Moral y Luces, tercer motor de la Revolución.
Obra de Simón Rodríguez, Maestro de maestros (para seguir profundizando en su conocimiento):
1.    Reflexiones sobre los defectos que vician la Escuela de Primeras Letras de Caracas y medios que logran su reforma por un nuevo establecimiento (1794).
2.    El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas, defendidos por un amigo de la causa social (1830).
3.    Luces y Virtudes Sociales (1840).
4.    Sociedades Americanas (1842).
5.    Estracto Sucinto de mi obra sobre Educación Republicana (1848).
6.    Consejos de un amigo dados al Colegio de Latacunga (1850-1851).