Para el año de 1847, Europa afrontaría una profunda crisis económica que tendría como resultado una eclosión de las fuerzas populares de magnitudes inimaginables. La actuación de los regímenes absolutistas imperantes en los estados europeos desde 1815 —tras la celebración del Congreso de Viena— incrementaría aún más el despertar de un pueblo que se sumergía en la miseria y en su carencia de derechos.
En pocas semanas aquellas protestas, emergentes en un sector ignorado de las sociedades industriales capitalistas, se propagarían a través de las fronteras, generalizándose en diferentes países europeos durante los primeros meses de 1848. Francia, Alemania, Austria, Italia, Checoslovaquia, Hungría, parte de Polonia, Yugoslavia y Rumania, serían centros de estos movimientos populares que lograron socavar por un momento todos los gobiernos y monarcas absolutistas de la época.
En 1848, el proletariado europeo irrumpió como clase consciente, fuerte y avasallante, que demandaba no sólo derechos políticos sino también reformas tanto en la organización de la economía como en la organización social, con el fin de mejorar la calidad de vida de una multitud de trabajadores pobres que habían surgido paulatinamente dentro del poderoso desarrollo del capitalismo europeo. Sin embargo, la baja burguesía liberal —que en un principio apostó por las demandas de los obreros y campesinos— se alió nuevamente con la alta burguesía pata reprimir a las clases trabajadoras y dar fin a las revoluciones populares de aquel año, que son recordadas como “la primavera de los pueblos”.
Las barricadas surgieron en París
Una plaga que acabó con las plantaciones de patatas y las malas cosechas durante todo el año 1847, sumadas a la percepción de las ostentosas riquezas de los banqueros, serían los factores que acelerarían una nueva revolución en Francia en el año 1848. Por su parte, la burguesía liberal tenía una mínima participación política y la pequeña burguesía, los obreros y los campesinos, carecían totalmente de derechos electorales. Fue así como, a comienzos de año, tuvo lugar una serie de exigencias políticas a través de la solicitud de una reforma electoral, la cual buscaba el derecho al sufragio por parte de estos grupos y la reducción del censo electoral, el cual resultaba excesivo para la época. Sin embargo, la respuesta del rey Luis Felipe de Orleans fue de negación total. Bajo estas condiciones, el descontento se hacía más palpable y la voluntad de una reforma electoral se sumaba nuevos partidarios. Los obreros, estudiantes y la pequeña burguesía se organizaron en grandes comandos de acción. Reuniones públicas y clandestinas eran realizadas diariamente para deliberar y presionar a la Monarquía para que convocara la reforma.
Una plaga que acabó con las plantaciones de patatas y las malas cosechas durante todo el año 1847, sumadas a la percepción de las ostentosas riquezas de los banqueros, serían los factores que acelerarían una nueva revolución en Francia en el año 1848. Por su parte, la burguesía liberal tenía una mínima participación política y la pequeña burguesía, los obreros y los campesinos, carecían totalmente de derechos electorales. Fue así como, a comienzos de año, tuvo lugar una serie de exigencias políticas a través de la solicitud de una reforma electoral, la cual buscaba el derecho al sufragio por parte de estos grupos y la reducción del censo electoral, el cual resultaba excesivo para la época. Sin embargo, la respuesta del rey Luis Felipe de Orleans fue de negación total. Bajo estas condiciones, el descontento se hacía más palpable y la voluntad de una reforma electoral se sumaba nuevos partidarios. Los obreros, estudiantes y la pequeña burguesía se organizaron en grandes comandos de acción. Reuniones públicas y clandestinas eran realizadas diariamente para deliberar y presionar a la Monarquía para que convocara la reforma.
El 22 de febrero del año 1848, el gobierno absolutista, sin previo aviso, prohibió e impidió la celebración de una reunión pautada por los estudiantes y obreros.
Para colmo de males, las autoridades movilizaron simultáneamente a la guardia nacional sobre las calles parisinas, lo cual encendió aún más la llama revolucionaria. En consecuencia, el proletariado organizado llamó a la insurrección. El pueblo volcado a la calle clamaba por doquier: “¡Viva la Reforma!” Los árboles que bordeaban las aceras de París fueron desapareciendo junto con miles de adoquines para erigir más de dos mil barricadas. Francia se incendiaba de nuevo. Para los días 23 y 24 de febrero, los arsenales de París cayeron en manos de los sublevados. Por su parte, el rey Luis Felipe, ante la gravedad de la situación huyó de la ciudad dejando al Estado acéfalo.
La Segunda República era proclamada el 25 de febrero de 1848. Este nuevo gobierno contaría con un miembro socialista, Luis Blanc, quien implantaría la jornada laboral de 10 horas y crearía los Talleres Nacionales para los obreros. Sin embargo, hacia mediados de junio, la pequeña burguesía que había estado al lado de la clase obrera, temiendo sus avances, se alió con la alta burguesía, iniciándose así el proceso de contrarrevolución. El 22 de junio de 1848, se cerraron los Talleres Nacionales y más de 100 mil obreros quedaron nuevamente en la calle.
Las barricadas y las protestas de los obreros no se hicieron esperar. La insurrección de la clase proletaria cundió rápida- mente por todas las calles y suburbios de París. Mecánicos, carpinteros, ferroviarios y obreros calentaban las calles, mientras las mujeres y niños cuidaban a los heridos, fundían balas y llevaban agua a los insurgentes.
Por su parte, el nuevo gobierno confió la embestida oficial al general Cavaignac, conocido por su crueldad y astucia militar. La matanza y la represión no tuvieron piedad: más de 2.000 mil obreros fueron fusilados, 20 mil apresados y 3.500 condenados. El 25 de junio la derrota del proletariado era una realidad.
Carlos Marx, al referirse a la fraternidad de las clases antagónicas en París en 1848, expresó con dolorida ironía lo siguiente: “Esta fraternidad resplandecía delante de todas las ventanas de París en la noche del 25 de junio, cuando el París de la burguesía encendía sus iluminaciones, mientras el París del proletariado ardía, gemía y se desangraba.”
Aparición del Manifiesto Comunista
Al tiempo que triunfaba la revolución parisina de 1848, se publicó el 24 de febrero de 1848, en Londres, el Manifiesto del Partido Comunista. A fines de 1847, la Liga Comunista Alemana, aceptando los planteamientos teóricos y políticos de los jóvenes Carlos Marx y Federico Engels, les había encargado la redacción de un borrador sobre los principios e ideales comunistas.
Al tiempo que triunfaba la revolución parisina de 1848, se publicó el 24 de febrero de 1848, en Londres, el Manifiesto del Partido Comunista. A fines de 1847, la Liga Comunista Alemana, aceptando los planteamientos teóricos y políticos de los jóvenes Carlos Marx y Federico Engels, les había encargado la redacción de un borrador sobre los principios e ideales comunistas.
Los postulados allí expresados se convirtieron en los principios ideológicos de la revolución proletaria que recorrió toda Europa en 1848. Marx y Engels, a partir de este momento, iniciaron sus trabajos por la unificación de Alemania, domiciliándose en la ciudad de Renania.
El Manifiesto Comunista, famoso desde entonces, detalla los principios de la comprensión política de la sociedad burguesa y perfila las acciones de una revolución proletaria que buscará la derrota del capitalismo y la instauración del socialismo, a través de la proclamación de una República democrática.
El movimiento obrero en el resto de Europa Pronto el resto de Europa sintió la ola revolucionaria de Francia. Simultáneamente, la revolución del proletariado llegó a todas las regiones europeas. El 2 de marzo Alemania se alzaba contra la monarquía; Baviera, el 6 de marzo; Berlín y Viena el 11 y 13 de marzo respectivamente; Hungría el 15 de marzo; el 18 de marzo afloraría en Milán, Sicilia y Nápoles, así como en el resto de Italia. En otros territorios, como España, Rumania e Irlanda, se hizo sentir la fuerza de la clase obrera. En cada región, los regímenes absolutistas se vieron debilitados y fueron destronados progresivamente. Los demócratas checos, a través de un movimiento liberal, lograron la renuncia de Klemens von Metternich. El sentimiento nacionalista y unitario se conglomeró en Alemania e Italia. El emperador Fernando I vio restringido sus poderes por la formación de una Asamblea Constituyente, y Federico Guillermo IV de Prusia debió aceptar una nueva constitución de tipo censitaria.
Sin embargo, al igual que en Francia, las revoluciones populares en el resto de Europa, a pesar de su repentino éxito, no durarían más de seis meses. Todas se iniciaron simultáneamente, cuando el proletariado surgió como una clase combativa y revolucionaría, y los obreros y campesinos dieron su vida por el avance de la revolución. Fueron las masas populares las que tomaron el control del poder europeo, pero la pequeña burguesía, temerosa de la fuerza del proletariado, viró su posición en contra de los obreros, debilitando sus intenciones y el alcance revolucionario. Así, para fines de 1848, la revolución de las masas populares había sucumbido. Sin embargo su resplandor se propagaría en el tiempo como un emblema de las luchas de los sectores oprimidos en la búsqueda de sus reivindicaciones sociales.
INTERNACIONAL COMUNISTA
1864: Se funda en Londres la Primera Internacional organizada por Carlos Marx y Federico Engels, bajo el nombre de Asociación Internacional de los Trabajadores.
1889: Federico Engels funda la Segunda Internacional en París.
1919: Es fundada por iniciativa de Lenin y Trotsky la Tercera Internacional, con el fin de extender la Revolución Proletaria a todo el mundo. I Congreso Mundial de la Internacional Comunista.
1922: II, III y IV Congreso Mundial de la Internacional Comunista, celebrados en Moscú.
1924: V Congreso Mundial de la Internacional Comunista, en el cual se adoptan nuevos estatutos para la Internacional.
1935: VII Congreso Mundial de la Internacional Comunista se reunió en Moscú. Ante el auge del fascismo, se da paso a la política de Frentes Populares.
1938: Trotsky y sus seguidores fundan la Cuarta Internacional, con el fin de defender la “revolución permanente” y oponerse a las tesis de Stalin. Esta Internacional fue de gran impacto en América Latina y en sectores universitarios del mundo.
1956: La Tercera Internacional se disuelve luego de la muerte de Stalin.
INTERNACIONAL SOCIALISTA
1889: La Segunda Internacional es el principal antecedente de la Internacional Socialista, debido a que la mayoría de sus miembros eran socialistas reformistas.
1917: La Segunda Internacional se fragmenta en dos bandos que se hacen irreconciliables: los reformistas y los revolucionarios.
1921: En Viena, los reformistas de la Segunda Internacional rechazan la guerra, pero también al comunismo.
1923: Se crea la Internacional Socialista y Laborista por parte del ala reformista o social demócrata de la Segunda Internacional.
1951: Congreso de Frankfurt en el que los partidos socialdemócratas del mundo declaran que se oponen al comunismo: su premisa es el establecimiento del llamado socialismo democrático.
1959: La Internacional Socialista deja de ser una organización de clase y revolucionaria, para ser una asociación de todo el pueblo que busca un mejor reparto de los bienes dentro del capitalismo. En la actualidad aún existe la Internacional Socialista, cuenta con la filiación de 170 partidos políticos y organizaciones de los cinco continentes, y promueve en el mundo las ideas socialdemócratas.
DEL MANIFIESTO COMUNISTA DE CARLOS MARX Y FEDERICO ENGELS (1848)
“Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases.
Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes.”
“La burguesía ha despojado de su aureola a todas las profesiones que hasta entonces se tenían por venerables y dignas de piadoso respeto. Al médico, jurisconsulto, al sacerdote, al poeta, al sabio, los ha convertido en sus servidores asalariados…
La burguesía ha desgarrado el velo de emocionante sentimentalismo que encubría las relaciones familiares, y las redujo a simples relaciones de dinero.”
“La burguesía ha sometido el campo al dominio de la ciudad. Ha creado urbes inmensas; ha aumentado enormemente la población de las ciudades en comparación con la del campo, sustrayendo una gran parte de la población al idiotismo de la vida rural. Del mismo modo que ha subordinado el campo a la ciudad, ha subordinado los países bárbaros o semibárbaros a los países civilizados, los pueblos campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al Occidente.”
“Os horrorizáis de que queramos abolir la propiedad privada. Pero en vuestra sociedad actual la propiedad privada está abolida para las nueve décimas partes de sus miembros. Precisamente porque no existe para esas nueve décimas partes existe para vosotros.
Nos reprocháis, pues, el querer abolir una forma de propiedad que no puede existir sino a condición de que la inmensa mayoría de la sociedad sea privada de propiedad.”