Las atrocidades ejecutadas o propiciadas por el Capitán de Navío de origen canario Domingo de Monteverde, al encabezar la contrarrevolución en Venezuela en 1812, han resultado quizás minimizadas a lo largo de la memoria por las de José Tomás Boves.
Monteverde no sólo defraudó la capitulación aceptada por Miranda, violando todas las garantías ofrecidas y aun usándola como argumento para nuevas persecuciones (se persiguió a patriotas o sospechosos de serlo bajo el cargo de irrespetar los términos de dicha capitulación). Monteverde llamó “monstruos” a los revolucionarios y, al momento de ser reconocido por las autoridades superiores como Capitán General y Gobernador de Venezuela, antepuso a la liberal Constitución de Cádiz, recién promulgada en la Península, la “ley de la conquista” en el tratocon los americanos insurrectos. Son célebres las “listasde sospechosos” con que se rastrillaron las ciudades patriotas y se atiborraron los calabozos donde miles murieron por hacinamiento. Estaban bajo sus órdenes y contaban con su licencia hombres sanguinarios como Antoñanzas, Zuazola, Cervériz, Martínez y Rosete, cuyas crueldades aun son recordadas. Monteverde, aunque no obrara por instrucciones directas del poder español –en situación de ambiguo suspenso a causa de la ocupación napoleónica–, encarnó, con la ferocidad y arbitrariedad de los antiguos conquistadores, la represión de España contra la independencia americana. Esa represión fue sangrienta y traicionera, y pudo haber sembrado la ira en el espíritu de combatientes patriotas como Antonio Nicolás Briceño (llamado por los españoles “El Diablo”), Juan Bautista Arismendi, Santiago Mariño y Simón Bolívar.
No se puede, pues, entender la proclama de Trujillo, mejor conocida como el Decreto de Guerra a Muerte –emitida por el brigadier de la Unión neogranadina, Simón Bolívar, el 15 de junio de 1813, fuera del contexto de la salvaje represión monárquica, o contrarrevolucionaria, que intentó extirpar un proceso de independencia marcado por un notorio espíritu civilista y legalista. Tampoco es comprensible estedecreto –que ha sido calificado como violento e incendiariopor varios historiadores– al margen del inquietante fenómeno del apoyo nativo a la causa realista. Los mestizos venezolanos, y hasta los esclavos, abrazaban la causa de sus opresores históricos, arrastrados por el frenesí de la revuelta reaccionaria.

Los hispanos gozan de una inocencia relativa, o condicionada, por el partido adoptado. Las diferencias polares se anulan en la unidad de la Patria y los españoles y canarios se hacen compatriotas para ser “reputados y tratados como americanos”. Un español que abraza la causa de América no sólo salva la vida sino que se vuelve americano, adquiriendo una “igualdad ficticia o política”, para usar palabras del Discurso de Angostura. Lo que diferencia radicalmente el Decreto de Guerra a Muerte de un llamado a la “limpieza étnica” es el complejo juego de atenuación y conversión que propone, trocando la idea de la guerra a muerte en un sistema lógico-político de diferenciación e identidad nacional.
La proclama de Trujillo, más que una condena a muerte, es una amnistía general a todos los miembros, por origen o por elección, de la patria americana.
Si tuvo éxito pragmático o no, corresponde a otro análisis, pero como documento político-militar nos revela la sutileza y la nobleza del pensamiento estratégico del Libertador. En 1816, pasado el momento que, a su criterio, la justificaba, Bolívar suspenderá unilateralmente la guerra a muerte, proclamando el 6 de julio: “La guerra a muerte que nos han hecho nuestros enemigos, cesará por nuestra parte; perdonaremos a los que se rindan, aunque sean españoles […] ningún español sufrirá la muerte fuera del campo de batalla”.
DECRETO DE GUERRA A MUERTE 15 de junio de 1813
Simón Bolívar, Brigadier de la Unión, general en jefe del Ejército del Norte, Libertador de Venezuela.
A sus conciudadanos.
Venezolanos: Un ejército de hermanos, enviado por el Soberano Congreso de la Nueva Granada, ha venido a libertaros, y ya lo tenéis en medio de vosotros, después de haber expulsado a los opresores de las provincias de Mérida y Trujillo. Nosotros somos enviados adestruir a los españoles, a protegera los americanos y a establecer los gobiernos republicanos que formaban la Confederación de Venezuela.
Los estados que cubren nuestras armas, están regidos nuevamente por sus antiguas constituciones y magistrados, gozando plenamente de su libertad e independencia;porque nuestra misión se dirige a romper las cadenas de la servidumbre, que agobian todavía a algunos de nuestros pueblos, sin pretender dar leyes ni ejercer actos de dominio, a que el derecho de la guerra podría autorizamos.
Tocados de vuestros infortunios, no hemos podido ver conindiferencia las aflicciones que oshacían experimentar los bárbaros españoles, que os han aniquilado con la rapiña y os han destruido con la muerte; que han violado los derechos sagrados de las gentes; que han infringido las capitulaciones y los tratados más solemnes; y en fin, han cometido todos los crímenes, reduciendo la República de Venezuela a la más espantosa desolación. Así, pues, la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla. Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre; que su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar de este modo la mancha de nuestra ignominia y mostrar a las naciones del universo que no se ofende impunemente a los hijos de la América.
A pesar de nuestros justos resentimientos contra los inicuosespañoles, nuestro magnánimocorazón se digna, aun, a abrirles por la última vez una vía a la conciliación y a la amistad; todavía se les invita a vivir entre nosotros pacíficamente, si detestando sus crímenes y convirtiéndose de buena fe, cooperan con nosotros a la destrucción del gobierno intruso de la España y al restablecimiento de la República de Venezuela. Todo español que no conspire contra la tiranía en favor de la justa causa por los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo y castigado como traidor a la patria, y por consecuencia será irremisiblemente pasado por las armas.
Por el contrario, se concede un indulto general y absoluto a los que pasen a nuestro ejército con sus armas o sin ellas; a los que presten sus auxilios a los buenos ciudadanos que se están esforzando por sacudir el yugo de la tiranía.
Seconservarán en sus empleos y destinosa los oficiales de guerra ymagistrados civiles que proclamen al gobierno de Venezuela y se unan a nosotros; en una palabra, los españoles que hagan señalados servicios al estado serán reputados y tratados como americanos.
Y vosotros, americanos, que el error o la perfidia os ha extraviado de la senda de la justicia, sabed que vuestros hermanos os perdonan y lamentan sinceramente vuestros descarríos, en la íntima persuasión de que vosotros no podéis ser culpables y que sólo la ceguedad e ignorancia en que os han tenido hasta el presente los autores de vuestros crímenes, han podido induciros a ello.
Y vosotros, americanos, que el error o la perfidia os ha extraviado de la senda de la justicia, sabed que vuestros hermanos os perdonan y lamentan sinceramente vuestros descarríos, en la íntima persuasión de que vosotros no podéis ser culpables y que sólo la ceguedad e ignorancia en que os han tenido hasta el presente los autores de vuestros crímenes, han podido induciros a ello.
No temáis la espada que viene a vengaros y a cortar los lazos ignominiosos con que os ligan a su suerte vuestros verdugos. Contad con una inmunidad absoluta en vuestro honor, vida y propiedades; el solo título de americanos será vuestra garantía ysalvaguardia. Nuestras armas hanvenido a protegeros, y no se emplearán jamás contra uno solo de nuestros hermanos.
Esta amnistía se extiende hasta los mismos traidores que más recientemente hayan cometido actos de felonía; y será tan religiosamente cumplida que ninguna razón, causa o pretexto será suficiente para obligarnos a quebrantar nuestra oferta, por grandes y extraordinarios que sean los motivos que nos deis para excitar nuestra animadversión.
Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables.
Cuartel General de Trujillo, 15 de junio de 1813.