Mario Briceño Iragorry (1897 - 1958) fue uno de los más destacados oficiantes de la historiografía venezolana en tiempos en los que se comenzó a revisar los largos siglos que median entre la llegada del europeo a tierra firme y las revoluciones de independencia. Su examen sobre el tiempo colonial le llevó a conclusiones que apuntaban a ponderar su importancia en la fragua territorial y espiritual de la nación venezolana. Por ello consideró el impacto cultural de la empresa de los conquistadores españoles, para quienes tuvo comentarios indulgentes y hasta elogiosos en algunos casos. La angustia por el derrotero final de Venezuela movió todas y cada una de sus líneas. Si algo desborda enellas, es su impulsiva reflexión sobre nuestro devenir, su hondapasión venezolanista y la entregade quien dedicó su vida al análisis de las páginas de nuestro pasado. Quien se proponga estudiar la historia escrita de Venezuela de la primera mitad del siglo XX, tiene que detenerse en la obra y el nombre de Mario Briceño Iragorry.
Abogado, escritor, historiador, diplomático y político activo, Mario Briceño Iragorry nació en Trujillo el 15 de septiembre de 1897. Luego de graduarse de abogado en la Universidad de los Andes, ingresó hacia 1920 en la cancillería venezolana junto con gente de la talla de José Antonio Ramos Sucre y Lisandro Alvarado. En ese tiempo compartiría sus labores en el Ministerio de Relaciones Exteriores con la docencia, toda vez que sería Director del Liceo Andrés Bello, plantel en el que alternó con profesores de altísima factura como Rómulo Gallegos. Luego desempeñaría cargos como la presidenciadel estado Carabobo, la secretaríade la UCV, será además miembro de las academias de la Historia y de la Lengua, Director del Archivo General de la Nación, y diputado y Presidente del Congreso Nacional producto de su filiación medinista. Luego de 1945 se retiró de la política y se dedicó al ejercicio profesional en la rama del derecho. Entre sus obra se cuentan Casa León y su tiempo, El regente Heredia o la piedad heroica, El Caballo de Ledesma, Los Riberas, Tapices de Historia Patria y Mensaje sin destino. Tras su apoyo a URD en las elecciones de 1952, la dictadura de Pérez Jiménez le obligó a exiliarse en Costa Rica y en España.
Después del 23 de enero de 1958 retorna a Venezuela, para morir prematuramente en junio de ese año. De seguido, ofrecemos a los lectores de Memorias de Venezuela un fragmento de uno de sus ensayos capitales, Mensaje sin destino, en elque alcanza su punto más alto la trepidante angustia que por Venezuela sintió este gran venezolano de todos los tiempos.
“Al asentar que padecemos una ‘crisis de pueblo’, no me refiero al pueblo en ninguno de sus valores corrientes de conjunto étnico, de sector social o económico, o de unidad o de modo de ser político. Para el caso, más que el ‘pueblo político’, (en sí bastante informe), nos interesa el pueblo en función histórica. Y justamente no somos ‘pueblo’ en estricta categoría política, por cuanto carecemos del común denominador histórico que nos dé densidad y continuidad espiritual del mismo modo que poseemos continuidad y unidad de contenido en el orden de la horizontalidad geográfica. Creo haber escrito en alguna oportunidad que Venezuela, pese a su historia portentosa, resulta desde ciertos ángulos un pueblo anti-histórico, por cuanto nuestra gente no ha logrado asimilar su propia historia en forma tal que pueda hablarse de vivencias nacionales, uniformes y creadoras, que nos ayuden en la obra de incorporar a nuestro acervo fundamental nuevos valores de cultura, cuyos contenidos y formas, por corresponder a grupos históricamente disímiles del nuestro, puedan, por aquella razón, adulterar el genio nacional. (…) Esta circunstancia quizá sea una de las causas más pronunciadas de que nuestro pueblo carezca de densidad histórica. Como colectividad siente poco el pueblo la sombra de su esfuerzo sobre los muros del tiempo. Le han enseñado sólo a verse como masa informe que sirve de cauda disciplinada y sufrida a los milites que hicieron a caballo las grandes jornadas de la guerra. La Historia bélica, que hasta hoy ha tenido preferencia en la didaxia, ha sido para el pueblo venezolanocomo centro de interés permanente, donde ha educado el respeto y la sumisión hacia los hombres de presa. Porque nuestra historia no ha sido los anales de los grupos que formaron las sucesivas generaciones, sino la historia luminosa o falsamente iluminada, de cabecillas que guiaron las masas aguerridas, ora para la libertad, ora para el despotismo. Ha faltado el ensayo que presente la obra de pueblo civil como factor de hechos constructivos, del mismo modo como, para interpretar el valorconjugante de la nacionalidad, han faltado las historias parciales de las varias regiones que se juntaron para formar la unidad de la Patria.”
Quizá la manera de juzgar los hechos históricos y la ausencia de una metodología que conduzca a un cabal y lógico examen del pasado, capaz de dar contrapeso a la peligrosa avenida de trabajos de índole histórica,producidos en razón de ‘tener la Historia puertas abiertas al gran público’, según anota Huizinga, ha contribuido poderosamente a que nuestra colectividad no haya podido asimilar uniformemente, para una función de tiempo y crear la conciencia histórica requerida como elemento de nacionalidad. (…)
“Insisto, en decir que ya debiéramos poseer un grupo vigoroso y uniforme de valores históricos, logrados como fruto de una compresión integral –de sentido colectivo- de nuestro pasado nacional. A cambio de ellos, hemos aceptado pasivamente una serie de premisas de tipo sociológico-político, aparentemente fundamentadas en una filosofía pesimista, erigida sobre una supuesta insuficiencia vocacional del pueblo venezolano para ejercicios de república. Lamentablemente andamos lejos de gozar la recia posición constructiva que nos ponga en posesión de aquellos instrumentos de educación cívica. Se rinde ‘culto’ a los hombres que forjaron la nacionalidad independiente, pero un culto que se da la mano con lo sentimental más que con lo reflexivo.
Nuestra misma devoción oficial por el Libertador podría decirse que fuera una prolongación de las fiestas de San Simón, preparadas para agasajar en vida no sólo al héroe magnífico de la libertad, pero tambiénal poderoso dispensador de favores, o una repeticiónsin sentido de los funerales de 1831. (…) Y como es padre de todos, cualquiera se cree con derecho de interpretar sus pensamientos y aun de ponerlos al servicio de intereses foráneos. (…)
No desdigo de que ciertos hechos de la vida de Bolívar se eleven a la luminosidad del mito; el pelotazo al birrete del futuro Fernando VII, el juramento en el Monte Sacro, el delirio en el Chimborazo, el asalto sobre el Tequendama, así estén en tela de juicio, dan contornos de eficacia creadora a la figura del padre inmortal. Sobre ellos se escribirá siempre con provecho para entender la singular voluntad del grande hombre. Cuánto habría lucrado la república con que se hubiera hecho consigna de trabajo la frase que Bolívar lanzó contra José Domingo Díaz en medio de las ruinas del terremoto de 1812: ‘¡Vencer a la Naturaleza!’. Jamás un forjador de pueblos les dio mandamiento de mayor alcance. Moisés pasó a pie enjuto el mar Rojo porque tenía de su parte los ejércitos de Jehová. Bolívar prometió vencer desde una actitud humana la oposición del universo a sus sueños de libertad. Si los venezolanos hubiéramos tomado como lema de acción la consigna de Bolívar, otro habría sido el destino de nuestro pueblo. (…)
Puede decirse que hemos tratado la historia defuera con preferencia a las ‘razones’ y a los ‘sentimientos’que movieron a hombres y a hechos. Hemos visto más la liturgia de las efemérides que al permanente valor funcional de la Historia como categoría creadora de actos nuevos. Hemos dado prioridad a la parte teatral de las circunstancias sobre los propios fines y resultados de éstas. A Miranda, a Bolívar, a Sucre, a Páez, a Vargas consagramos toda nuestra devoción cuando acaecen los ciclos cronológicos de sus vidas. Después de haber exaltado hasta la hipérbole histérica el mérito de sus existencias magníficas, seguimos la vida cotidiana como si ninguno de los grandes pensamientos de ellos valiera la pena de ser tomado por empresa para lo común de nuestro quehacer de ciudadanos. A modo tan frívolo de entender el pasado, se suma un hecho fundamental, de raíces profundas, que ha llevado a la misma segmentación de nuestra historia y a la creación, en consecuencia, de zonas antagónicas e irreductibles en nuestros propios anales. (…)
Si descabezamos nuestra historia, quedaremos reducidos a una corta y accidentada aventura republicana de ciento cuarenta años, que no nos daría derecho a sentirnos pueblo en la plena atribución histórico- social de la palabra. Y si para esos ciento cuarenta años admitimos la procedencia de los varios procesos segmentarios, de caída y ascenso, que determinan loscognomentos partidistas de Federación, Fusionismo, Regeneración, Reivindicación, Legalismo, Restauración, Rehabilitación y Segunda Independencia, habremos de concluir que lejos de ser una Venezuela en categoría histórica, nuestro país es la simple superposición cronológica de procesos tribales que no llegaron a obtener la densidad social requerida para el ascenso a nación. Pequeñas Venezuelas que explicarían nuestra tremenda crisis de pueblo.
Sobre esta crisis se justifican todas las demás, y se explica la mentalidad anárquica que a través de todos los gobiernos ha dado una característica de prueba y de novedad al progreso de la nación. Por ello a diarionos dolemos de ver cómo el país no ha podido realizar nada continuo. En los distintos órdenes del progreso no hemos sino sustituir un fracaso por otro fracaso, para lograr, como balance, la certidumbre dolorosa de que nuestra educación, nuestra agricultura, nuestra vitalidad, nuestra riqueza misma, viven una permanente crisis de inseguridad y de desorientación”.