viernes, 18 de septiembre de 2015

Vaivenes de la cotidianidad femenina durante la independencia Por: Neller Ochoa Revista Memorias de Venezuela No. 15

No es mucho lo que se sabe sobre la intervención de la mujer en la Independencia, ya que la historia tradicional ha insistido en limitar su papel al de madre, esposa o hija. Por lo visto, el protagonismo femenino fue mucho más decisivo, cobrando en algunas oportunidades la relevancia misma que se ha atribuido a los héroes consagrados. He aquí ejemplos que reivindican su participación y lucha cotidiana en ámbitos tan diferentes como lo pueden ser el social, el judicial, el laboral y hasta el militar.


Mucho se comenta en nuestra historiografía sobre los incansables esfuerzos que se hicieron para lograr la independencia a principios del siglo XIX, destacando la participación de algunos héroes, que quizás tocados por la providencia, se erigieron en líderes indiscutibles de la emancipación. Pero estas visiones tradicionales olvidaron el carácter popular de la guerra, así como el enfoque de género, que se vio reducido a la participación de unas pocas heroínas, casi siempre presentadas fuera de contexto en el proceso independentista.

Excesivamente restringida al ámbito privado, la mujer siempre ha sido historiada como apéndice y no como fin en ella misma. Se la ve como esposa, madre y como hija, pero nunca se le explica desde sus motivaciones reales. No con esto se busca excluir al contexto histórico que la rodea, ni mucho menosexplicarla sin la participación del hombre, sólo se intenta buscar la consonancia entre las grandes estructuras y la individualidad femenina. La Independencia favoreció el ascenso social y la participación de sectores oficialmente olvidados. En este contexto la mujer fue un caso representativo de trasgresión de los espacios, llegando a ser protagonista en lo público a través de sus reclamos judiciales, de su participación como cocinera, tropera, espía, y demás actividades de la guerra. Una excelenteprocuradora…

Era inconcebible que la mujer, cuyas principales vías de distinción social eran el matrimonio y la vidareligiosa, se dedicara con igual o mayor éxito a funciones propias del hombre, pero la accidentada cotidianidad de la guerra demostró lo contrario. No pocas veces su verbo en las instancias legales fue más efectivo que las palabras del mejor procurador, tal como ocurrió con el caso de doña Merced Vega, quien recurrió al comisionado de Secuestros del Valle de Ocumare en agosto de 1812, para que se le desembargaran los bienes a su esposo. Se trataba de unahacienda arboleda de cacao llamada La Fundación, que había sido secuestrada y puesta en depósito, luego que las tropas realistas entraran en la localidad, y a la que se negaba a renunciar, por ser su único sustento, ya que su marido se hallaba postrado en una cama desde hacía catorce meses atrás.

Aunque no quisiese entrar en estas lides jurídicas, la necesidad de garantizarse lo mínimo para sobrevivir le hicieron esgrimir truculentos recursos a doña Merced para demostrar la inocencia de su esposo, acusado de participar activamente en la rebelión de Caracas iniciada en abril de 1810. Sus palabras fueron las siguientes: “A este procedimiento habrá dado acaso lugar el equivocado concepto que se tendrá de que mi marido ha podido tener alguna parte activa enla revolución de Caracas; pero esbien notorio, que ninguna influenciatubo en los negocios del país; y que si fue elegido posteriormente para algúnempleo, no lo solicito, no tuvo la culpa del nombramiento, tampoco le ejercicio por mucho tiempo (…). Sino que solo fue un ente pasivo obligado por la necesidad a ceder al torrente extraordinario de circunstancias para evitar la indignación del Gobierno…” (Archivo de la Academia  Nacional de la Historia, Sección Independencia, t. 194, doc. 874, f. 1). Así, la supuesta coerción que ejerció la administración republicana sobre don Gabriel Ponte, para obligarlo a servir en favor de la causa realista, se convirtió en el alegato perfecto ante las autoridades, y pese a queel referido Ponte fue capitán deCaballería por los revolucionarios, su hacienda de cacao fue desembargada en fecha de 5 de octubre de 1812.

Todo por la dote… 
Los bienes dotales que algunas mujeres aportaban al matrimonio fueron defendidos con fiereza contra la rapiña de la guerra de  emancipación. Este mecanismo de protección femenina consistía en el aporte de propiedades que sirvieran de atractivo para la unión, y como dispositivo de seguridad social para no dejar desamparada a la fémina. Estos recursos podían ser administrados por el marido, pero nunca dilapidados, ya que eran de la exclusiva propiedad de la esposa. Las dotes eran proporcionadas por la familia, instituciones religiosas o el mismo marido, y constituían un importante distintivo social. Doña Socorro Berroterán, mejor conocida como la marquesa delToro, además de ser la esposa de Francisco Rodríguez del Toro, se comportó con fiereza al momento de defender los bienes de su cónyuge, asilado para el momento en las Antillas. La marquesa reclamaba, en 1815, el desembargo  de una hacienda de cacao en Suata, Jurisdicción de la Sabana de Ocumare, y expresaba su participación sobre la propiedad al haber invertido sus bienes patrimoniales y hereditarios. 


Por ser la hacienda productora de cacao, y convertirse este fruto en importante medio de pago, doña Socorro no escatimó esfuerzos para reclamar la mitad de su cosecha, amén de un sinfín de recursos para mantener la esclavitud allí residenciada, todo esto mientras se decidía el pleito. Pese a que su proceso se retrasó por las irregularidades administrativas existentes en el negocio de secuestros, el 11 de febrero de 1815 su propiedad fue desembargada.

LA ESFERA SOCIAL DE LA MUJER EN LA INDEPENDENCIA 

Mucho falta por escribirse sobre la participación de la mujer venezolana en la Guerra de Independencia, y para ello se hace necesario deslastrarse de prejuicios patriarcales, además de consideraciones académicas caducas y extremistas que muestran la realidad como la suma de parcelas separadas que nunca llegan a mezclarse, tal como se han enfocado los espacios públicos y privados. Palabras sabias las de Steve J. Stern, quien enfoca la problemática de la siguiente manera:“La suposición obvia de que la historia de la vida pública, una esfera política de gran importancia, ocupada principalmente por actores históricos varones, está claramente separada de la historia de la vida privada, una esfera social de intereses más estrechos ocupada sobre todo por las mujeres, parientes y varones perdedores, empieza a parecer un artificio cuyos fundamentos requieren una revisión crítica…”.