
Platón semantizó el término “democracia” (del griego antíguo δημοκρατία) como “gobierno de la multitud” y, a continuación, Aristóteles lo perfiló como “gobierno de los más”. En realidad, aunque en nuestro imaginario colectivo solemos asumirlo como “el gobierno de la mayoría, o el gobierno del pueblo”, originalmente no fue así. Y es que el sistema de gobierno identificado como “democracia” en la Grecia clásica restringía su derecho de voto a los artesanos y los campesinos, excluyendo del mismo a la nobleza, los esclavos, las mujeres y los niños. [1]
En la envejecida Europa de la actualidad, se cristaliza hoy abiertamente a ojos de la mayoría, que lo que hemos estado asumiendo como democracia está muy lejos de serlo. El último y más trágico episodio se ha desarrollado precisamente en Grecia, cuando una consulta popular se ha tratado de visibilizar en la Unión Europea como un atrevimiento fuera de lugar, y, peor todavía, ha sido ignorada por completo, desnudando así la auténtica soberanía europea. Esta soberanía, lejos de residir en sus pueblos, reside en un pequeño núcleo de instituciones con representantes no elegidos por la ciudadanía, que someten a todos los europeos a una dictadura -ya no tan encubierta- de los mercados a través del látigo de la deuda tejida por la corrupción de políticos mercenarios.
En este momento histórico concreto, centraremos el análisis en un líder político, seguidor del parresiasta latinoamericano del siglo XXI: Hugo Chávez [2]. Alexis Tsipras, presidente de Grecia desde principios del presente año, que ha sabido unificar a la izquierda de su país para ganar las elecciones en la mayor crisis que se recuerda desde la Segunda Guerra Mundial. Lo ha hecho siguiendo la inspiración de Hugo Chávez, por quien nunca ha ocultado su admiración. Y entre ambos líderes podían hallarse algunos nexos que no es menester de este ensayo encontrar en su totalidad. Pero si algo despertaba la admiración de los griegos y las griegas por Alexis Tsipras, era la capacidad de explicar la situación de forma clara y directa, sin tapujos, sin ambigüedades, sin secretismo. Muestra de ello es la transformación de las manifestaciones en las calles tras la posesión de su cargo, de extremadamente agresivas y completamente contrarias a los gobiernos anteriores en alegres y distendidas marchas de apoyo al gobierno, algo prácticamente inédito en Europa, a pesar de la continuidad del recrudecimiento de la crisis helena.
Pero antes de entrar en el Alexis candidato a la presidencia, trazaremos brevemente su relato histórico:
Alexis Tsipras nace en 1974, sólo cuatro días más tarde de la caída de la última dictadura militar en el país heleno. Su primera aparición pública es a los 16 años, cuando, como presidente del Centro de Estudiantes, corrigió al entrevistador en televisión con un “Eso no es exactamente lo que decimos”, al tratar de explicar la ocupación de centros públicos por estudiantes que rechazaban la nueva ley educativa. “Queríamos decir que es nuestro derecho decidir si, en algún momento, queremos paralizar las clases”, continuaba el joven Alexis. [3]
Tras su paso por las Juventudes Comunistas y una deriva hacia posturas más moderadas en la universidad, donde estudió Ingeniería, es en 2008 cuando de nuevo concede una entrevista, y lo hace como presidente de Synapismos, un pequeño partido de izquierdas en el que ascendió rápidamente. En esa nueva entrevista, ante el periodista, responde con tenacidad: “Seré honesto con usted, no estamos preparados. No tenemos una propuesta alternativa de gobierno. Ese es nuestro reto ahora: estar preparados”. Tenía 34 años y era ya el líder de partido más joven de la historia griega. Analíticamente, podríamos establecer cierto comparativo con Hugo Chávez y su “por ahora”. Asumir la verdad ante las cámaras y dejar la puerta abierta al futuro fue, probablemente el acto de responsabilidad pública que sirvió de semilla que terminó germinando en la presidencia del país.
Ya como líder de Syriza, tras aglutinar a diversas fuerzas junto a Synapismos, presentamos algunas de las frases de su campaña electoral de enero de 2015 que le llevó a la presidencia con sólo 40 años de edad, convirtiéndose en el jefe de gobierno más joven de la historia griega [4].
"No hay nada que negociar en torno al memorandum porque no se negocia con el infierno"
"El memorándum de austeridad (el ajuste económico acordado con la UE y el FMI) es el piloto automático hacia la catástrofe y lleva a Grecia fuera del euro. Nosotros lo vamos a cancelar".
"A partir del lunes acabamos con la humillación nacional y con las órdenes del extranjero".
"La gente por la calle no me pide más clientelismo, no me pide que coloque a sus hijos en un puesto de trabajo, me pide que no traicione nunca las cosas que digo".
"La democracia significa que cuando algo no funciona se puede cambiar".
“Los mercados están haciendo su trabajo, que es ganar dinero, nosotros estamos haciendo nuestro trabajo, que es proteger los intereses del pueblo griego. Pero lo importante es quién toca la flauta. Seremos nosotros los que tocaremos la flauta y los mercados bailarán al compás".
“Los mercados están haciendo su trabajo, que es ganar dinero, nosotros estamos haciendo nuestro trabajo, que es proteger los intereses del pueblo griego. Pero lo importante es quién toca la flauta. Seremos nosotros los que tocaremos la flauta y los mercados bailarán al compás".
No hay que pararse mucho a leer para darse cuenta de que no son las frases de la política tradicional europea, aunque en América Latina no produzcan tanto asombro. Hasta su llegada, muy pocos habían cuestionado la asunción de los memorándum como algo natural e inevitable, y, desde luego, nunca desde una posición con atención mediática. Del mismo modo que nadie se había atrevido a insinuar que podría haber alternativas, y mucho menos reconocer que su pueblo estaba siendo humillado y dirigido desde el extranjero. Esa fue la clave para, a pesar de toda la campaña de miedo y desprestigio hacia la “coalición de izquierda radical” con la que se presentaba, ganar las elecciones anticipadas de enero.
Pero no bastaba con ganar las elecciones. Ese era solamente el comienzo de la batalla, al llegar a primera división le tocaba enfrentarse a los grandes de Europa: principalmente a Alemania y a la famosa y respetada “Troika”. Y a partir de ahí es cuando cabe comenzar a dudar de su parresía.
Es cierto que su llegada al poder no fue acompañada de mayoría absoluta, lo que, para poder formar gobierno, forzó a Syriza a pactar con un pequeño partido nacionalista de derechas, y entregarle el peligroso Ministerio de Defensa (con el riesgo de golpe de estado que conlleva). Pero esto, que de por sí podía ser visto como una traición “necesaria e inevitable”, fue acompañado a los pocos días de la renuncia al compromiso electoral de revocar la deuda odiosa, cuya ilegitimidad acababa de ser validada por el Comité de la Verdad de la Deuda.
Si somos estrictos, el incumplimiento del programa electoral como resultado del precario equilibrio de fuerzas de gobierno, no tiene porqué afectar a la evaluación que tratamos de hacer sobre la parresía del presidente griego. Que no haya podido cumplirlo no quiere decir que no haya sido su firme intención en el momento que lo anunció, así que deberemos continuar profundizando.
Quizá, Andreas Karitzis, amigo de Tsipras desde la universidad, tenga razón cuando lo define como un pragmático ajedrecista, con una “sorprendente habilidad para identificar metas asequibles y hacer lo que fuera necesario para conseguirlas” [3]. En este concepto de personaje es donde podemos encontrar que la postura cercana a la parresía de Alexis Tsipras podría verse quebrada en pro de un interés superior.
Pasemos a analizar, pues, el momento más complicado, en el mes de julio de 2015 cuando, estando muy cerca de llegar a un acuerdo con la Troika (BCE, Fondo Monetario Internacional y Comisión Europea), esta decide echarse atrás y volver a posiciones antagónicas que habían quedado superadas en las negociaciones. Esa jugada la responde el gobierno griego celebrando un referendum sobre las medidas propuestas por Europa, desde el discurso de que eran inaceptables, pero que respetarían la decisión popular. Europa reaccionó furiosa cerrando el grifo de la liquidez a la banca griega, haciendo que el país desarrollara la campaña y el propio referendum, bajo un “corralito”. Y es, de nuevo, cuando a pesar de una fortísima oposición al acuerdo, mayor del 62% (incluso con una sofisticada y apabullante campaña mediática en favor del Sí y aterrorizando contra el No), la Unión Europea todavía endurece más las condiciones e, inexplicablemente, Tsipras termina por aceptar el acuerdo, en contra de la decisión popular.
Ese momento es verdaderamente crítico y supone un punto de quiebre para las esperanzas de muchos europeos, que veían en Grecia un modelo a seguir, pero también para muchos griegos, incluso dentro de Syriza, que terminan abandonando sus responsabilidades forzando a que Tsipras tenga que sacar adelante el acuerdo en el parlamento con el apoyo de sus enemigas fuerzas tradicionales, siempre partidarias de cumplir con los mandatos que lleguen de Berlín.
Ahí, es donde verdaderamente podemos dejar de hablar de Tsipras como parresiasta. No tanto por faltar a la verdad, pues igual que en el ejemplo anterior podemos suponer que su intención era sincera, sino por no contarla toda. Y es que, semanas más tarde, todavía los griegos no entienden que fue lo que pasó, máxime cuando el exministro de finanzas Yannis Varoufakis, otro potencial parresiasta digno de estudio, continúa defendiendo que había alternativa y que aceptar el acuerdo fue un error.
Sólo el tiempo vislumbrará si Tsipras está siguiendo la estrategia correcta, si es un valiente estratega incomprendido o pasará a engrosar las listas de políticos traidores a su pueblo. Pero, aunque no esté muy lejos, la conclusión de este análisis es que no podemos hablar de él como un verdadero parresiasta.
Quizá, en la Europa actual, no haya espacio todavía para la parresía, quizá, para que en Grecia pueda desarrollarse la misma, el país heleno deba salir del euro, devaluar su moneda y reequilibrando la economía interna poder abrir la senda de un nuevo tipo de sociedad justa, libre, pacífica, solidaria, inclusiva, democrática y sostenible. Quizá sólo entonces, el plebiscito contra los mercaderes de la deuda pueda traducirse en una gran ágora donde reinen la isonomía (igualdad ante la ley), la isegoría (igualdad en el uso de la palabra), la isopoliteia (igualdad entre ciudadanos) y la parresía (como defensa de la verdad), estableciendo así las bases para una democracia integral que empatice e inspire a otros pueblos en verdadero trance, generando alianzas y uniendo fuerzas e inteligencias para derrotar al Minotauro Global (que es como Varoufakis llama en su libro más popular al monstruo del pseudoneoliberalismo instalado en Europa).
En palabras de Rafael Cid, anarcosindicalista español y articulista en Rojoynegro.info [5], para eso Tsipras debería ser otro Pericles. Alguien que fue capaz de trascender su status para favorecer un cambio que inauguró en el mundo un modelo de democracia autogestionaria en muchos aspectos aún insuperado. Pero lejos de mirarse en el “sí se puede” de Pericles, la Syriza de Tsipras parece inspirarse en la misma lógica del poder que ha caracterizado la trayectoria de todos los proyectos de la sedicente izquierda concebidos como un rutilante juego de tronos. Como dice Varoufakis: “en nuestro momento de Crisis quizá resulte tranquilizador recordar que las crisis actúan en la historia como laboratorios de futuro” [6].
Quizá, Tsipras, no esté llevando un camino tan diferente al de Pericles, que también tuvo que desterrar al lúcido filósofo Anaxágoras para evitar que la asamblea de Atenas lo ejecutase... ¡por haber ofendido a los dioses!. Y quizá todavía podamos soñar que esa Grecia insurgente que todavía late, pueda retomar la senda que ya tenía marcada en el siglo V a.C. en la colina de Pnyx, frente a la Acrópolis, reunida en asamblea la ciudadanía, para votar los asuntos de la polis a mano alzada, y donde no cabía el incumplimiento de los consensos.
Parece bien oportuno finalizar con Foucault, lamentablemente, cuando decía que “las guerras ya no se hacen en nombre del soberano al que hay que defender; se hacen en nombre de la existencia de todos; se educa a las poblaciones enteras para que se maten mutuamente en nombre de la necesidad que tienen de vivir”.
Reseña Bibliográfica consultada:
1 Bobbio, Norberto (1978). Democracia y dictadura, enciclopedia Einaudi.
2 Asuaje, Rosa Amelia (2014) para Misión Verdad. Hugo Chávez: el parresiasta latinoamericano del siglo XXI http://www.aporrea.org/actualidad/a183600.html
3 Georgakopoulos, Thodoris (2015) para El Mundo http://www.elmundo.es/cronica/2015/01/18/54b9587122601dbf058b4571.html
4 Niquen, Alberto (2015) para Lamula.pe https://redaccion.lamula.pe/2015/01/25/cinco-frases-por-las-que-alexis-tsipras-ganaria-hoy-la-presidencia-en-grecia/albertoniquen
5 Rafael Cid (2015) para Rojoynegro.info
6 Varoufakis, Yannis (2012) “El Minotauro Global”. Página 53
7 Foucault, Michel (2007) “Historia de la sexualidad I. Página 165
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