lunes, 25 de abril de 2016

JOSÉ MARTÍ (1853-1895) UNA PASIÓN ANTICOLONIALISTA Por: Sergio Guerra Vilaboy Publcado en Revista Memorias de Venezuela No. 28


Desde fines del siglo XIX se vertebró un nuevo contexto histórico internacional caracterizado por la lucha de las grandes potencias imperialistas por la posesión de las fuentes de materias primas y los mercados, así como por un nuevo reparto del mundo. Los países latinoamericanos y caribeños se convirtieron en el área natural de dominación del emergente imperialismo estadounidense, región sobre la que venía ejerciendo sus aspiraciones y aventuras expansionistas desde su emancipación en 1783. La clase política de Estados Unidos consideraba que, tras la guerra de Secesión (1861-1865), una tercera etapa del “destino manifiesto” estaba en marcha. Recordemos que la primera había sido la extensión de la frontera al río Misisipi; y la segunda, el arrebato territorial a México. La nueva manifestación de esa vocación avasalladora empezaba a delinear una violenta ofensiva expansiva sobre sus vecinos del sur, combinando los viejos métodos colonialistas con las más modernas formas de penetración del capital monopolista.

Martí y la conciencia
La conversión de Estados Unidos en un dinamo expansionista impactó a José Martí (1853-1895), quien devino desde muy temprano en sólido pensador y estratega revolucionario. La conciencia antiimperialista martiana comenzó a dibujarse desde su juventud, cuando fue obligado a radicarse en España (1871- 1874) por su apoyo a la independencia de Cuba que conformaba junto con Puerto Rico las últimas colonias españolas en América.
En sus apuntes de aquellos años están sus primeras críticas al modo de vida estadounidense. Después el conocimiento de la realidad y los problemas latinoamericanos que constató en México desde 1875, así como en Guatemala (1877) y Venezuela (1881), le permitieron diferenciar a Estados Unidos de la América Latina y el Caribe, a la que llamó Nuestramérica.
El contraste diferencial entre estas dos influyó, capitalmente, en toda su obra política e ideológica, ya sea como periodista, escritor, crítico o estadista.

La pluma combativa
Cuando en 1880, Martí llegó por primera vez a territorio norteamericano ya había aguzado su pensamientopolítico crítico. Ello se advierte en la serie de tresartículos publicados ese mismo año con el título de Impresiones sobre Estados Unidos de América, enfilados contra el exacerbado mercantilismo que descubre en la sociedad norteña y continuados después en los editados por el periódico La América.

Desde entonces y durante casi 10 años, Martí escribió más de 300 crónicas para desmitificar la imagen de los Estados Unidos y resaltar los peligros que representaba para Nuestramérica. En muchos de estos textos, que propuso reunir como Escenas norteamericanas, Martí explica que aquella nación no era un paradigma de república. Entre otras cosas porque la política estatal de EE UU menospreciaba a nuestras repúblicas y solo eran consideradas con el interés de tomar posesión territorial y comercial de ellas.

James G. Blaine
Particular atención dedicó Martí a la labor de James G. Blaine, quien desde el ascenso republicano al poder en 1888 había sido nombrado secretario de Estado. Blaine diseñó una agresiva política, que más tarde se conocería como “panamericana”, encaminada a facilitar la penetración del capital y las manufacturas norteamericanas en América Latina y desplazar la entonces preponderante influencia inglesa. Con ese fin, Blaine logró organizar en Washington (1889) la primera Conferencia de las NacionesAmericanas. Martí, preocupado por sus posibles implicaciones negativas para los pueblos latinoamericanos, siguió de cerca esta reunión internacional y en sus crónicas para el diario La Nación de Buenos Aires desenmascaró sus verdaderas motivaciones. Observemos lo que nos dice al respecto: “Jamás hubo en América, de la independencia a acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa, y cerrar tratos con el resto del mundo.

De la tiranía de España supo salvarse la Américaespañola; y ahora, después de ver con ojos judicialeslos antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia”.

El vigilante de la patria
La visionaria postura martiana y su llamado a detener la expansión estadounidense con una segunda independencia se reveló también en 1891 durante la Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América, promovida por el gobierno de Washington. En este cónclave, el escritor cubano no solo defendió como representante de Uruguay los intereses soberanos de Latinoamérica, sino también publicó un esclarecedortexto que tenía en la mira las oscuras pretensiones de los Estados Unidos. Veamos la cita in extenso: “Los pueblos menores, que están aún en los vuelcos de la gestación, no pueden unirse sin peligro con los que buscan un remedio al exceso de productos de una población compacta y agresiva, y un desagüe a sus turbas inquietas, en la unión con los pueblos menores.

Cuando un pueblo es invitado a unión por otro, podráhacerlo con prisa el estadista ignorante y deslumbrado, podrá celebrarlo sin juicio la juventud prendada de las bellas ideas, podrá recibirlo como una merced el político venal o demente, y glorificarlo con palabras serviles; pero el que siente en su corazón la angustia de la patria, el que vigila y prevé, ha de inquirir y ha de decir qué elementos componen el carácter del pueblo que convida y el del convidado, y si están predispuestos a la obra común por antecedentes y hábitos comunes, y si es probable o no que los elementos temibles del pueblo invitante se desarrollen la unión que pretende, con peligro del invitado; ha de inquirir cuáles son las fuerzas políticas del país que le convida, y los intereses de sus partidos, y los intereses de sus hombres, en el momento de la invitación. Y el que resuelva sin investigar, o desee la unión sin conocer, o la recomiende por mera frase y deslumbramiento, o la defienda por la poquedad del alma aldeana, hará mal a América”.

Para concluir su razonamiento contrario a la integración comercial, económica y política con el poderoso vecino del norte sustentada por la falaz propaganda “panamericana” se preguntaba Martí: “¿pueden los Estados Unidos convidar a Hispano América a una unión sincera y útil para Hispano América? ¿Conviene a Hispano América la unión política y económica con los Estados Unidos?”. 

Un revolucionario incansable

Para conseguir la independencia de Cuba y Puerto Rico, y con ella detener a tiempo las apetencias estadounidenses bajo el mandato del presidente Grover Cleveland (1893-1897), Martí vertebró, en 1893, el Partido Revolucionario Cubano (PRC) y organizó a los patriotas antillanos para la guerra necesaria que estalló finalmente el 24 de febrero de 1895. Los propósitos y objetivos, implícitos y explícitos en la conducción martiana, eran claros indicios de la radicalización de la revolución emancipadora cubana.

Bajo la impronta del pensamiento revolucionario deJosé Martí se proyectaba la formación de una repúblicaindependiente y democrática, capacitada para levantar un valladar a la declarada intención norteamericana de recolonizar a Latinoamérica. Por eso en la carta que escribiera a su amigo mexicano Manuel Mercado, inconclusa por su caída en combate en los campos de Cuba el 19 de mayo de 1895, dejaba esta íntima confesión como su legado antiimperialista: “… ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber (…) de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas en fin. Viví en el monstruo y le conozco las entrañas: y mi honda es la de David”.

LA ESCRITURA MARTIANA

1868
Pública sus primeros versos en el periódico El Álbum de la Villa de Guanabacoa.
1869
Primer escrito patriótico en El Diablo Cojuelo (La Habana), titulado “Abdala en la patria libre”.
1875
Publica en Madrid La república española ante la revolución cubana.
1880
Aparece en TheHours su primer artículo en inglés titulado “Raimundo Madrano”.
1881
En la revista Venezolano, nº 2, publica “Elogio a Cecilio Acosta”.
1885
Publica su única novela, Amistad funesta, en el periódico El Latino Americano de Nueva York.
1888
Traduce la novela Ramona de Helen Hunt.
1891
Publica Versos sencillos; y también el periódico Nuestramérica.
1895
Firma el Manifiesto de Montecristi, máxima formulación de su doctrina revolucionaria.
1895
Escribe a Manuel Mercado la Carta Trunca en donde revela sus objetivos antiimperialistas.